Capítulo 18

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Nick contempló la fachada vieja y deslucida del edificio en el que vivía Alanna con el ceño fruncido. Seguía sin comprender por qué estaba viviendo en un edificio que parecía sacado de un capítulo de Callejeros sobre barrios bajos.

¡Y cómo era posible que su familia no supiera nada!

En fin.

Se caló la gorra hasta las cejas, se apeó del coche y se encaminó hacia el edificio, con un único objetivo: despedir a la pelirroja.

Había estado ensayando el discurso durante el trayecto, pero, finalmente, había optado por improvisar. Se le daban bien esas cosas.

Llegó al portal, recubierto de un plástico tan inestable que podía abrirlo con la sola presión de la palma de su mano, y observó los telefonillos. Buscando el de Alanna. Algo estúpido, pensó. Ya que el piso podía ser de alquiler, por lo que no aparecería su nombre, sino el de su casero. Que fue, exactamente, lo que ocurrió.

Qué bien.

Sacó el móvil para llamarla y pedirle que le abriese la puerta, que necesitaba hablar con ella. Justo cuando esta se abrió y apareció un vecino, con cara de no haber dormido en toda la noche.

—Hola —se apresuró a interceptarlo Nick.

El hombre lo miró por encima de sus gafas, seguramente preguntándose si lo conocía de algo.

—Estoy buscando a Alanna De la Vega. ¿Podría decirme en qué piso vive?

—¿Ala qué? —las cejas pobladas y grisáceas del señor se arrugaron en su frente.

—Alanna —repitió, más despacio. Más marcado. Y, por si acaso no sabía cómo se llamaba, la describió brevemente—. Una chica alta y pelirroja. Muy delgada.

El semblante del señor se suavizó cuando entendió, por fin, por quién estaba preguntando Nick.

—Ah, sí. La muchachita del sótano.

Nick entrecerró los párpados.

—¿Sótano? ¿Cómo que sótano?

Un mal presentimiento se instaló en la boca de su estómago.

—La chica pelirroja vive en el sótano, muchacho —replicó el vecino—. En ese de ahí.

Y como si ya no tuviera más paciencia para con Nick, lo rodeó y salió a la calle. Perdiéndose entre la poca gente que pasaba por allí un lunes a las nueve de la mañana.

Nick llamó al timbre. Un par de veces. Sintiendo como el enfado comenzaba a extendérsele lentamente por las venas. Un enfado que ni siquiera sabía si estaba justificado, pero que tampoco podía evitar, joder.

La puerta se abrió y los ojos rasgados de Alanna se hicieron grandes por la sorpresa.

—¡Nick! —titubeó—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Él echó un rápido vistazo a lo que alcanzaban a ver sus ojos por encima de la cabeza de Alanna. Que era, prácticamente, todo su piso.

—¿Puedo pasar? —apretó la mandíbula.

—¿Qué haces aquí? —se mantuvo firme.

Nick bajó la vista hacia ella, que lo miraba como si fuera la última persona que deseara tener enfrente ahora mismo.

—Tengo que hablar contigo.

La vio pensar. Escuchó los engranajes de su cerebro. Y, finalmente, dejó salir el aire por la nariz antes de abrir del todo la puerta y dejarlo pasar. Aceptando su derrota.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now