Capítulo 60

98 16 1
                                    

Se miró quince veces en el espejo que había en la habitación, en quince posturas diferentes, y en todas dudó. Porque el vestido que se había puesto era demasiado viejo para considerarse a la moda y, quizá, un poco informal para ir a cenar a un restaurante. Pero no había traído otra cosa mejor.

Fue a buscar a Daphne, rezando para que no estuviera con Lucas haciendo cosas que no quería presenciar, y una sensación parecida al alivio la inundó cuando la encontró sola, frente al tocador, tratando de engancharse el pelo en dos moños altos. Verla con unos shorts vaqueros y un top de tirantes finos hizo que su inseguridad se calmase un poco, pues tampoco se había arreglado en exceso.

—Hola Alanni —la saludó, devolviéndole la mirada a través del espejo—, ¡qué guapa!

—¿Tú crees? —agachó la mirada a la prenda del color de chocolate fundido—. ¿No es un poco playero?

—¿Y dónde estamos? —Daphne terminó uno de los moños y comenzó con el segundo—. En una playa. Además, mírame a mí. Llevo vaqueros y me voy a poner las zapatillas.

Una sonrisa tironeó de las comisuras de sus labios.

—¿Entonces... voy bien? —le preguntó un poco avergonzada. Porque odiaba la necesidad de aprobación que tenía a veces. Sobre todo, cuando quería impresionar a alguien.

—Vas perfecta. —Daphne enganchó el segundo moño y procedió a echarse toda la laca que había en el bote—. Y me encantaría que fueras capaz de darte cuenta tu sola de ello. Mírate. —Su amiga se levantó y se acercó a ella—. Ojalá yo tuviera tu altura para poder ponerme esos vestidos y que me quedaran tan bien.

El vestido en concreto era de lo más sencillo. De tirantes y cuello redondo, se ajustaba a su cuerpo y caía hasta sus tobillos. Lo había combinado con las Converse blancas porque era el único calzado decente que había traído y eso que estaban medio destrozadas, y unos aros dorados que le regaló Kala por su cumpleaños.

—Algo bueno tendrá medir casi uno ochenta —bromeó ella, echándose el pelo hacia atrás con una mano y ambas se rieron—. En realidad, no he traído nada más interesante. Ya sabes que... hace mucho que no voy de compras.

—Lo sé y, por eso, te he traído un regalo.

—¿Un regalo? —Eso le pellizcó el corazón—. ¿A mí? ¿Por qué?

—Porque eres mi amiga, tonta —sonrió Daphne, y le entregó una bolsita con el logo de una tienda parisina—. No debería de haber un porqué.

Alanna desenvolvió el papel de seda y sacó dos trozos minúsculos de tela azul noche que resultaron ser un bikini. Se quedó mirando las prendas con cara de boba, sin saber muy bien si reír o llorar. Porque le encantaba. Con la parte de arriba en forma de triangulo y la braga demasiado fina como para cubrir su trasero. Era precioso. Y muy atrevido.

—No me mates —se apresuró a añadir Daphne, al ver que Alanna seguía callada—. Ni a Kala tampoco.

Eso sí captó su atención.

—¿A Kala?

—Bueno... —su amiga se miró las uñas—, digamos que me habló de los únicos dos bikinis que tienes y de lo feos que son —declaró, con vocecilla inocente—, y de lo urgente que necesitabas uno nuevo.

—¿Por qué?

Daphne la miró quedamente.

—¿Te crees que soy la única que ve cómo te mira Nick?

Una burbuja de tonta ilusión se infló en el centro de su estómago. Abrió la boca para rechistar, pero qué narices, le gustaba no ser la única que tenía esa sensación. La hacía sentir menos... loca. Menos ridícula.

—Jo, Daph, mil gracias —y se lanzó a los brazos de su amiga—. No tendrías que haberme regalado nada.

—Quería dártelo ayer, para que lo estrenaras hoy —dijo en cambio Daphne—. Pero entre unas cosas y otras... se me pasó.

Alanna estrechó a su amiga, unos cuantos centímetros más baja que ella, con fuerza.

—Gracias, gracias, gracias.

—De nada —se separó de ella para decirle—. Por cierto, ¿qué tal anoche con Nick?

Sintió como sus mejillas se sonrojaban al recordar la noche anterior. Habían dormido juntos. Cada uno en su hamaca, pero cogidos de la mano. Hasta que, esa mañana, se había despertado en su cama. Seguramente, Nick se despertó a mitad noche y la cargó a brazos hasta su habitación. Sintió un poco de rabia al no poder recordar nada.

—Bastante bien, la verdad.

Con un asentimiento satisfecho, y sin más preguntas, algo que Alanna agradeció sinceramente, Daphne la sentó en el tocador en el que, previamente, había estado peinándose, y la ayudó a maquillarse un poco. Lo hicieron entre risas porque ninguna de las dos tenía idea sobre maquillaje. Pero, al final, consiguieron hacer algo medianamente decente.

—¡Chicas! ¿Ya estáis? —preguntó Venus, entrando sin llamar.

—Joder Venus —bufó Daph, dando un respingo —. Avisa antes de entrar tía, casi le pongo el rímel en las cejas.

—Lo siento —se rio la aludida.

Cuando se giraron a mirarla, se encontraron con una Venus que quitaba el hipo. Se había puesto un vestido color vino que se ajustaba perfectamente a sus prominentes curvas y unas sandalias de tacón cuadrado. Dios, a su lado, Daphne y Alanna parecían unas crías inexpertas.

—¡Venus, madre mía! —sonrió Daphne—. ¿A quién quieres matar esta noche?

Venus chasqueó la lengua, girando sobre sus talones, sabiéndose sexi. Pero no dijo nada. Y no hizo falta, en realidad. Alanna tenía la ligera idea de a quien quería «matar» su prima, y no pudo evitar sentir un retortijón en la tripa. También las ganas de salir huyendo. Porque en serio, ¿cómo había podido pensar, por un segundo, que podría deslumbrar a Nick con un vestido de punto que tenía más años que el ir a pie? ¿En qué mundo de fantasía había estado viviendo estos días? 

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now