Capítulo 87

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Alanna ignoró la punzada que sintió en el corazón cuando lo vio irse con ella y siguió bailando. Porque bailar entraba dentro de las cosas que nunca más volvería a prohibirse, aunque lo hiciera fatal, aunque se burlaran de ella.

Le había costado empezar a mover las caderas al ritmo de Ey Mor, de Ozuna y Feid, delante de todo el mundo, con las luces encendidas y muchísima más gente mirando que bailando mientras se lanzaban como jabalíes hambrientos a las bandejas que repartían los camareros. Pero lo había logrado. Y lo que para el resto podía ser una tontería, para ella era un paso enorme.

También lo era no huir. No dar media vuelta e irse a casa, a llorar, porque Nick Ríos había desaparecido con su exnovia y todavía no habían regresado. Ella no quería pensar en nada. No quería sobre pensar. Empezar a preguntarse qué estarían haciendo. De qué estarían hablando. ¿De ellos? ¿De lo que fueron y ya no eran? Tampoco quería preguntarse la razón por la que le molestaba que no hubiera ido primero a buscarla a ella.

Porque no era justo.

Alanna sabía que Nick y Jessica tenían una conversación pendiente. Sabía que él no había llegado a quedar con la chica para tomar ese café en el que ella tanto había insistido. Además, sus primos no la dejaban ni a sol ni a sombra. Y eso le hinchó un poco el pecho de orgullo. Porque, jolín, siempre supo que sus primos la querían, pero jamás imaginó que crearían una barricada a su alrededor para protegerla de Nick. Que, literalmente, era uno más de esa familia.

Aunque le hacía gracia que intentaran protegerla justo de la persona con la que más segura se había sentido nunca. Con la que había aprendido a relativizar el miedo. A enfrentarse a él. A respirar profundo, a disfrutar del tiempo, del paso de los días, sin que estos pesaran como una cruz a cuestas. A, simplemente, ser.

Nick la había ayudado con su ansiedad casi sin saberlo.

Había deletreado con ella palabras rarísimas sacadas de alguna página de internet cuando lo había necesitado. La había abrazado con fuerza para infundirle valor. Le había susurrado que todo estaría bien al oído. Y ella le había creído. Porque cuando estaba con Nick, todo estaba bien.

Pero también quería aprender a estar bien consigo misma.

Quería poder disfrutar de una película sin sentir la presión en el pecho. Quería poder pasear por un centro comercial, a reventar de gente, sin sentir asfixia. Quería subir a un autobús y no necesitar bajar en la primera parada. Quería atreverse a llamar por teléfono, a preguntar en las tiendas, a hablar en público. Quería bailar sin que le diera vergüenza. Y llevar vestidos supercortos sin sentir que los demás la miraban con ojos juzgadores.

Por eso se lo había puesto.

A pesar de que al mirarse al espejo había deseado quitárselo corriendo. Cambiarse. Ponerse algo más sobrio. Menos atrevido.

Dorado.

Por el amor de Dios, ¡iba de dorado! Y se le veían todas las piernas. Porque el vestido le venía corto, dado que Kala, aun siendo la más alta de sus hermanas, era más bajita que ella.

Pero había valido la pena.

Por la intensidad con la había mirado Nick. El deseo que había brillado en sus ojos dorados. El fuego líquido, candente, que le había llegado en forma de calor, incluso a la distancia.

Había fingido no darse cuenta de que iba hacia ella. Había fingido estar super atenta al movimiento de pies de Kala. Había fingido no estar observándolo por el rabillo del ojo. Del mismo modo, que había fingido no sentirse decepcionada cuando Jessica lo había abordado y él no había dudado en irse con ella.

Dejando a Alanna para después.

Se dijo que no importaba. Se dijo que el nudo que le aprisionaba la boca del estómago no era por eso. Ya, claro. Por eso, sintió de pronto la imperiosa necesidad de salir a tomar aire.

Informó a Kala de que iba un momentito y rechazó la invitación de su prima a acompañarla. Solo quería respirar hondo unas cuantas veces. Quizás, deletrear algunas palabras. Algo que, a decir verdad, llevaba bastante tiempo sin hacer. Y todo porque había logrado mantener a raya su ansiedad durante algunas semanas.

—¿Ya te vas? —Su voz la frenó en seco.

Le aceleró el pulso.

Y casi la hizo trastabillar al girarse a mirarlo.

—No —dijo en un suspiro—. Solo... quería tomar el aire.

Nick la estaba mirando con una intensidad abrumadora.

—¿Puedo acompañarte?

Quiso decirle que «no» con la misma urgencia con la que quiso decirle que «sí».

Al final, optó por asentir. Había llegado el momento de hablar seriamente con ese chico de ojos dorados y aclarar las cosas de una vez por todas. 

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now