Capítulo 84

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Nick llegó a la cafetería favorita de Alanna casi sin aliento. Y lo que menos esperó ver allí, en una de las mesas del fondo, fue al imbécil de Oliver en una actitud bastante cariñosa con ella. Todo su mundo interior explotó y la presión que hasta el momento había inundado su pecho se convirtió en furia, cruda y salvaje. Él sabía que era una tontería. Que... en esa imagen no había nada por lo que ponerse celoso. Es más, si ese tío no fuera Oliver Ferrer, a Nick le hubiera dado exactamente igual.

Pero ese tío sí era Oliver Ferrer.

Y él viajó, sin querer, al pasado. Volvió a ser ese chico de veinte años enamorado hasta las trancas y traicionado por dos de las personas más importantes de su vida. Volvió a sentir el miedo catapultando sus sentidos. Y esa sensación de ser capaz de hacer cualquier cosa por no perderla. Incluido, rogarle que se quedara con él.

Esa certeza golpeó la boca de su estómago y lo dejó sin respiración.

Era un idiota por haberse plantado allí para decirle ¿qué? ¿Qué había sido un tonto creyendo que su corazón todavía le pertenecía a él cuando hacía semanas que se lo había entregado a ella y no se había dado ni cuenta? ¿Para qué? ¿Para que ella no hubiera tardado nada en salir corriendo a buscar a Oliver?

Y era más idiota todavía por haber creído que esta vez saldría bien. Que sería diferente. Que él... podría lanzarse de cabeza a vivir una historia de amor. Joder, si ni siquiera sabía cómo empezar a manejar todo lo que sentía.

Giró sobre sus talones, incapaz de enfrentarla, y salió del local.

Pero Alanna De la Vega, como no podía ser de otra manera, fue tras él.

—¡Nick! —lo llamó

Él continuó caminando. Era lo mejor. Porque se sentía como un petardo a punto de explotar y no quería hacerlo allí, delante de todo el puto pueblo, a ojos de cualquiera que tuviera un móvil a mano.

—Nick, jolín, para.

No supo cómo, pero Alanna lo alcanzó y logró cogerle del antebrazo. Su contacto fue suficiente para frenarlo. A él. Que se había pasado años evitando este tipo de situaciones en las que una chica tuviera el poder de detenerlo con una puta palabra. Con un puto roce.

—Qué.

Cuando se dio la vuelta y miró esos ojos grises a través del cristal de sus gafas, su corazón se agitó con fuerza. Las ganas de abrazarla le recorrieron la piel, le hormiguearon la punta de los dedos, y lo cabrearon aún más.

—¿Qué pasa? —masculló ella, sin comprender nada—. ¿Por qué te has ido así?

Él paseó la mirada de Alanna a Oliver, que estaba situado a unos pasos detrás de ella, y bufó. ¿En serio acababa de hacerle esa pregunta? Se dijo que no tenía sentido que le explicara nada si ella no era capaz de verlo e hizo ademán de soltarse para poder emprender el camino de vuelta a casa. De donde no tendría que haber salido.

—Nick —Pero Alanna no dejó que se soltara y él se dio por vencido—. Dime que te pasa, por favor.

Vio la súplica en su mirada. Vio como ella esperaba algo de él. Una explicación, quizás. La verdadera razón por la que había ido hasta allí a buscarla. Algo que, sin duda, no fue lo que encontró. Porque todo lo que había estado mordiéndose la lengua por no decir salió a trompicones.

—Qué poco has tardado en buscarme un sustituto, ¿no? —Su tono cortante la hizo retroceder. Su mano dejó de tocarlo y él extrañó la ausencia de su calor.

No fue hasta que se escuchó que se preguntó qué narices estaba diciendo.

—¿De qué hablas? —Alanna frunció el ceño, mientras, un metro más atrás, Oliver resoplaba con fuerza.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora