Capítulo 45

140 21 1
                                    

Nick arrancó la moto y se puso en camino hacia alguna parte. Ella, esta vez, se dejó de chorradas y se abrazó a su cintura, tan fuerte que, si Nick hubiera sido de plastilina, ahora sería un churro aplastado entre sus brazos. Pero Nick no era de plastilina. Era sólido, fuerte, cálido y un lugar seguro. Al no recibir ninguna queja por su parte, se pegó más a él, todo lo que permitían los límites de sus cuerpos, y apoyó la cabeza, o el casco, en la parte baja de su nuca. Cerró los ojos y dejó que las lágrimas, que habían vuelto a cristalizar sus párpados, cayeran sin interrupciones. Solo se concentró en el reverbero del motor chocando de frente con el calinoso aire de una tarde de verano.

No supo muy bien cuánto rato estuvieron por carretera cuando Nick decidió estacionar la moto en mitad de un camino de tierra rodeado de árboles frondosos. Él apagó el motor, pero no se movió, dándole a ella el tiempo necesario para estabilizarse. Alanna sorbió por la nariz, sintiendo las mejillas secas y ásperas, y se incorporó lentamente. Sus extremidades se quejaron ante la falta de contacto, pero las ignoró y se quitó el casco para, acto seguido, deslizarse del vehículo y tocar tierra firme.

En un primer momento, no se atrevió a mirarlo, sabía lo que venía a continuación y no estaba preparada, todavía no. Así que se dispuso a observar el paisaje. Era un sendero pedregoso que no parecía conducir hacia ningún lado, pues no se avistaba nada más que matorrales y broza a su alrededor. Tampoco se oía ruido de tráfico, ni de vida humana, solo el suave movimiento de hojas y algún cantar de pájaro.

Se limpió la cara con el dorso de la mano y se giró hacia él, para enfrentarlo. Estaba de pie, sin casco, apoyado en el sillón de su moto, con un pie cruzado sobre el otro y las manos en los bolsillos del pantalón. Había algo más, algo indescifrable, en el brillo curioso de sus ojos, a parte de la preocupación y la confusión.

—Gracias —fue lo único que dijo ella.

Él asintió con la cabeza y Alanna quiso decirle mucho más. Quiso decirle que nunca nadie la había consolado durante un ataque de pánico y, menos, como lo había hecho él. Con paciencia. Con un cariño infinito que había aliviado una herida, pero había abierto otra: la del amor imposible.

Que se hubiera enamorado de Nick no era de extrañar. Desde el primer instante en el que se embarcó en la aventura de trabajar para él, supo que podría ocurrirle. Tampoco es como si fuera la primera vez. A los quince años, se quedó prendada de sus ojos dorados. Pero aquello no fue amor, fue... fascinación. Ahora, sin embargo, era distinto. Porque no solo estaba prendada de sus ojos, sino también de su corazón.

De la forma en la que sonreía cuando la desafiaba o cómo parecía saber lo que necesitaba casi al instante. Si hasta había utilizado su técnica para ayudarla a reducir su ansiedad. En el momento exacto en el que Alanna escuchó la palabra «resiliencia» salir de sus labios, supo que había ocurrido lo inevitable. Se había enamorado de él.

Y ya no había marcha atrás.

—¿Qué ocurre con tu hermano, Alanna? —su pregunta sonó a que no iba a aceptar la evitación como respuesta.

Alanna se dio cuenta de que no quería evitarlo. Que quería que él conociese hasta el detalle más intrínseco de su vida. No tenía una explicación coherente para ello. Simplemente, lo sentía así.

—Axel me ha contado la razón por la que me odia —soltó a bocajarro. Lo necesitaba.

Lo vio parpadear, pero no tardó en procesar la información.

—No creo que Axel te odie, pelirroja —le aseguró él en un murmullo casi inaudible—. Ha salido a buscarte. Eso no lo hace alguien que te odia.

Un poco del malestar que apretujaba el estómago se desvaneció.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now