Dos

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- Hola, eh- le digo a mi hermano mientras me acerco para darle un beso. Él aparta la cara, como siempre- ¿Y mamá?- pregunto alejándome de él, sin tener en cuenta lo del beso, y tomando del cesto con fruta una manzana.

- En el jardín- contesta sin levantar los ojos del cuenco. Él lo remueve pero ninguna cucharada va a su boca. Ya sabía que mamá, o Talisa Seasse para los demás, estaba en el jardín. Lo supe nada más ver las flores del jarrón pero aun así quería comprobarlo. Me pongo en el lado contrario de la isla frente a él y me apoyo sobre el mueble.

- ¿Qué te pasa?- pregunto antes de darle un bocado a la manzana. Sabrosa. No nos dejan cultivar nuestras propias frutas en el distrito, por lo que uno tiene que comprarlas en el mercado. 

- La Cosecha- dice únicamente.

- Ah, eso. Si bueno si te sirve de consuelo mi nombre solo está unas veces- le digo tomando el cuenco que acaba de apartar, lo pongo en el fregadero y me apoyo contra la encimera. 

- Eso no me sirve de mucho consuelo- admite.

- Ya, a mi tampoco- admito. Soy la hermana mayor pero esto en realidad nos afecta a las dos. Llevan preparándome durante años y Peter, aunque es muy pequeño, teme que mi nombre salga o que me presente voluntaria. Los nervios corren por todos nosotros.

Peter toma unos cuadernos y me mira.

- Me voy a la escuela- dice moviendo la mano en señal de adiós. Sale por la puerta del jardín para poder despedirse de mi madre y después no lo veo más hasta por la noche, en estos días los centros de entrenamientos están concurridos para la gente que puede pagárselos. Yo hoy no puedo ir, viendo como está el mar hoy trabajaremos más que otros días. Pero Peter, aunque tenga cuatro años, estará hasta tarde. Mis padres pretenden que se convierta en un profesional, como estaba haciendo yo. 

Tiro el hueso de la manzana al cubo y salgo al jardín. Mi madre está agachada cuidando las flores.

- Mamá, me voy a trabajar- le digo mientras me acerco. Su pelo marrón cae por casi toda su espalda. Mi madre es una mujer delgada y muy guapa como mi hermano, una belleza exótica. La beso en la cima de su cabeza y ella aparta sus manos para no mancharme de tierra.

Después camino apenas tres metros antes de estar en la arena de playa. En el límite entre mi casa, la playa, es donde la arena se junta con el césped.

Camino hacia el trabajo, muchas veces hacen correr a los chicos por la arena para hacer que fortalezcan sus piernas dado que ofrece mayor resistencia que el suelo normal. En realidad, a mi también me hacen correr por la arena. Llevo trabajando desde los doce años y aunque los hijos de los pescadores ayudan a sus padres desde muy pequeños ellos siguen estudiando hasta los dieciocho, como manda el Capitolio. A mí el Capitolio me graduó a los doce porque el equipo de Buscadores de Perlas quería que trabajase con ellos, pues resulta que tenía un talento especial. Y todo el mundo sabe que el Capitolio está dispuesto a todo en su beneficio. El edificio donde hacemos una parte del trabajo está en la playa casi al final del límite del distrito, de hecho se puede ver la valla fronteriza desde aquí. Es lo más aislado que existe. A esa playa, que yo haya visto, solo acuden de vez en cuando Finnick Odair y Annie Cresta, vencedores de los Juegos. Se sientan juntos en la arena y pasan ahí a veces hasta horas. Nunca he hablado con ellos pero tampoco es que lo haya necesitado. 




73º Juegos del Hambre (Todos los libros) TERMINADAWhere stories live. Discover now