Veintinueve

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Oceanus se traía algo entre manos. Podía verlo en la forma tan despreciable con la que me miraba. El pensaba que yo me creía mejor que él por ser hija de un capitán, pero nada que ver con eso tiene la realidad. Nadie elige a sus padres.  

Necesito encontrar un refugio. Algo para cobijarme. Lo cierto es que no trato demasiado en encontrar un buen lugar al pie de la cascada. Resulta que la pared de la cascada es rocosa y algo oculta hay una cueva. Pero por mucho que me guste... quedarme aquí no me va a hacer ninguna bien. 

Antes de nada debo moverme por aquí para inspeccionar el terreno y saber orientarme. Necesito conocer el terreno de juego. 

Camino hacia la zona boscosa, donde los pinos cubiertos de blanca nieve se extienden en lo que parece un sinfín. La visión es muy limitada y solo puedo ver las cosas que tengo a apenas cinco metro de mi, lo que me va a dificultar detectar a los demás tributos si van corriendo por ahí. 

Todo a mi alrededor está muerto. Dudo que puede encontrar algún animal y mucho menos encontrar plantas comestibles por lo que a mi respecta puedo morir sin haberme llevado otra cosa a la boca que no sea agua y carne seca (que acabará terminando). De todas formas recuerdo que en la nieve es más importante beber que comer, porque el cuerpo se deshidrata sin darte cuenta tan siquiera. 

Me abro la chaqueta y me hurgo en las capas de ropa hasta alcanzar la botella de metal. Tengo que llevarla cerca del pecho para mantener el agua a una temperatura suficiente para que permanezca líquida. El sabor no es muy bueno y supongo que se debe a la pastilla de yodo. Doy sorbos cortos y la vuelvo a guardar en su sitio, el agua que me da vida va cerca de mi corazón cuando estoy en la nieve, decía Philip. En realidad él nunca en su vida había estado en la nieve, pero era el entrenador y lo que él decía se nos quedaba grabado a fuego en la mente. 

Hay otra idea que me ronda en la cabeza. Y precisamente no es lo claustrofobia que me siento rodeada de pinos por todas partes. Sino la idea de estar siendo observada a cada momento por cámaras que no se donde se encuentran. No creo que ahora mismo me estén televisando precisamente a mi, pero apuesto lo que sea a que la persecución y todo lo que vino después ha sido visto por todas y cada una de las personas de Panem. 

Puede que en estos momentos Philip este, o muy orgulloso por haber usado sus consejos de supervivencia, o muy enfadado por no haber matado a nadie todavía. 

Me concentro en el camino de vuelta, pero entonces escucho algo que llama mi atención  que viene en mi dirección. 

Rapidamente me pongo a ello para ocultarme. Una cosa buena de estos pinos son las ramas y todas las hojas que cubren el árbol. Es fácil ocultarse en el interior si uno sabe como subir. Escalo hasta estar tres metro por encima del suelo... o la nieve, para el caso. 

- ¿Podemos volver ya a la cornucopia?- pregunta la que reconozco como la voz de Isolda. Parece irritada.- Ya habrán tenido tiempo de recoger todos lo muertos... 

La forma en la que dice la palabra "muertos" no es para nada agradable o respetuosa. Todos eran niños. Niños con mala suerte. 

- Yo también quiero volver- dice la que deduzco que es Crystal con su débil y fina voz. 

Justo cuando termina de hablar, los cañones comienzan a sonar... Cuento mentalmente hasta diez tributos, pero hasta que no salgan las caras de los chicos reflejadas en el cielo no sabré quienes son. 

- Creo que ya podemos volver- asegura Selver antes de que los oiga alejarse del lugar. 

Bajo del árbol aterrizando sobre mis dos pies y hundiéndome un poco en la nieve. La botas crujen de forma extraña cuando uno camina por la nieve. Es un sonido totalmente nuevo y voy a tener que acostumbrarme a él si quiero sobrevivir. 

Vuelvo a la cueva con cautela y descubro que está libre. Es una buenísima noticia pero algo me dice que voy a pasar la noche más fría de mi vida. Me siento en el interior sobre la tierra sin nieve y sin plantas. Simplemente tierra seca. No tengo fuego, ni nada para hacerlo. Solo tengo la pequeña linterna y eso nada más que es útil para ver, no para calentarme. 

No tengo saco de dormir y he tenido que tirar al lago la ropa que me había dado mi estilista porque... no podía cargar con la ropa mojada y tampoco podía dejar algún rastro de mi presencia. Por eso la tire al lago hasta que se fue al fondo. 

Un desperdicio de valiosa ropa, pero esos chaquetas mojados pesan varios kilos que solo me dificultarían la caminata. 

De todas formas he podido designar cuatro zonas en esta arena. La Cornucopia (por supuesto), el lago, la zona de bosques y la montaña nevada. Ninguna es mejor que otra, pero al menos en el lago estoy cerca de una fuente de agua. 

73º Juegos del Hambre (Todos los libros) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora