Treinta y tres

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A punto de caerme. Así de cerca he estado. Casi caigo del tronco del árbol. Parece mentira que ya haya  pasado la segunda noche. 

Bajo del tronco y recojo la manta dentro de la mochila de nuevo. Hago una fogata para conseguir más agua antes de partir hacia el lago de nuevo. Puede que a los Vigilantes se les haya ocurrido volver a descongelarlo para que yo pueda hacer algo útil con toda esa agua y esos peces... dado que me quedé ayer sin comida. 

Me lleva horas llegar al lago. Caminar por la nieve es horrible. Las piernas se te hunden y tienes que hacer un gran esfuerzo para moverte. Sin contar con que las botas pesan bastante. He estado pensando durante el camino en cómo podré pescar sin redes y sin anzuelo. Creo que puedo usar uno de los cordones de las botas. No sé si pescará algún pez, pero sería una tonta si siendo del cuatro no intentara hacer lo más obvio. 

Alguien ya está allí cuando llego. Al parecer no soy la única que busca el agua. Que no hay dado que el lago sigue congelado. 

Es un niño pequeño. Puede que tenga doce o trece. Me sorprende muchísimo que haya sobrevivido. Tiene el pelo rubio y la piel muy blanca. Aunque como yo, tiene la nariz y las mejillas quemadas por el sol que se refleja en la nieve. 

El niño observa el lago desde la orilla y después la cascada. Todo helado. Suelta un gruñido y se tira al suelo totalmente disgustado. No tiene mochila ni arma. No sé cómo ha sobrevivido pero es todo un logro. Justo cuando estoy elogiando al niño... hace la cosa más tonta. Se lleva un puñado de nieve a la boca y comienza a comerla como si eso fuese una genial idea. Me tapo la boca con una mano para evitar no gritarle que pare de hacer eso. La nieve solo le producirá llagas por toda la boca y garganta. 

Justo cuando pienso que esto no se puede poner peor. Lo hace. Así son los Juegos. 

Randall corre hacia el niño quien está todavía comiendo nieve de forma desesperada y tumba al niño en la nieve boca abajo. Después coloca su peso por encima de la espalda del niño y tira del pelo del chico para levantarle la cara y dejar a la vista su pequeño y blanco cuello. Antes de que Randall raje el cuello del niño salgo de entre los árboles. 

- ¡Eh, Randall!- lo llamo mientras salgo. Randall deja el cuchillo sobre la piel del niño, pero no le corta el cuello mientras levanta la vista para mirarme. Es intimidante. No me da miedo, pero hace que quiera alejarme de él. 

- ¡Kora!- dice esbozando una gran sonrisa.- ¿Has venido a unirte a la carnicería?- pregunta con malicia mientras vuelve a tirar del pelo del niño. El pobre suelta un grito.- ¡Calla, mocoso!- le grita Randall. 

Nada en ese niño me recuerda a mi hermano pequeño. Pero eso no significa que quiera que muera, o que me de igual. Sigue siendo un niño indefenso. 

- ¿Por qué no dejas al mocoso ahí y nos vamos?- pronunciar la palabra "mocoso" me duele, pero lo hago por mi bien.- El chico va a morir dentro de poco. Ha comido nieve... le saldrán llagas por toda la boca y garganta. 

En realidad no lo digo para que el niño lo sepa, tampoco para que Randall lo sepa. Lo digo para que todos los del Capitolio sepan que Kora Seasse tributo del distrito cuatro sabe lo que se hace. No soy una asesina despiadada, pero tampoco soy tonta. 

- Entonces, mayor razón para darle una muerte digna- dice Randall con tono de malicia y veneno. Ni siquiera el cuchillo de mano es tan rápido como para detener que Randall corte el cuello del niño y más sangre sea derramada. 

Antes de que Randall caiga me lanza una mirada perpleja. Mi cuchillo incrustado en el centro de su frente, entre ceja y ceja. Los dos cuerpos yacen juntos sobre la nieve. La misma sangre roja escarlata se derrama caliente formando un pequeño río sobre la nieve. El rojo destaca sobre el blanco de una forma extraña, pero bella. 

Camino hacia los cuerpos y arranco la espada de la mano de Randall. Nunca me cayó bien y en el fondo de mi ser sé que me alegro por su muerte. Un gigante ha caído. 

Antes de irme limpio la sangre de la espada en la nieve pero sin llegar a tocar la hoja de metal mientras los cañones suenan. Si toco la hoja congelada de metal me quedaré pegada. Solo hay una forma de despegar el metal de la carne y es haciendo pis encima. No quiero que todo Panem me vea hacer pipí sobre mi mano porque he tenido que lavar la sangre sin los guantes. 

Por la tarde suena otro cañón. Tengo curiosidad por saber que hacía Randall sólo. Tal vez se han dividido para matar a más tributos. Yo lo haría si fuera ellos, no porque no quisiera estar con ellos, sino porque cuanto antes se acabe esto antes podré volver a casa y al calor del distrito cuatro. 

Antes de que suba al árbol para volver a dormir cae del cielo uno de esos paracaídas que envían los Patrocinadores. Lo tomo con muchas ansias. Alguien ahí fuera quiere que gane. Annie está haciendo tratos con los Patrocinadores después de todo. Necesito saber que es. 

Abro el bote con las manos temblorosas de la emoción y descubro un cuenco lleno de sopa caliente. El vapor sube y me calienta la cara. Esbozo una sonrisa. Sopa caliente para hacerme entrar en calor justo antes de dormir. ¡Oh! 

Hay una nota. La tomo entre las manos y leo: 

                                                                                 Gana. 

- Lakatos

¿Lakatos? Supongo que será un Patrocinador. Me habría hecho muchísima más ilusión recibir una nota de Annie. Ni siquiera conozco a este tal Lakatos. Seguro que solo lo conocen en su casa o entre los Patrocinadores. 

Me tomo la sopa lentamente disfrutando del calor que sobrepasa hasta mis manos. Cuando voy caminando de aquí para allá siempre estoy moviendo los dedos para que no se me congelen y cambiando la nueva espada de mano en mano para poder mover los dedos de una y después los de otra. 

73º Juegos del Hambre (Todos los libros) TERMINADAWhere stories live. Discover now