Treinta y dos

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¿De qué te sirve la belleza para sobrevivir? Me pregunto mientras intento escalar un pino. Desde luego parecerme un poco a Finnick, como según dijo Annie, no me hace ningún favor en estos momentos. A Oceanus tampoco le sirvió de mucho. 

Ahora que no tengo cueva he decidido subir encima de una rama para poder examinar tranquilamente el contenido de la mochila de Oceanus... la chica del seis. Quien sea. 

Lo que más ilusión me hace encontrar es una pequeña cajita de metal llena de cerillas. ¡Sí! ¡Por fin algo con lo que conseguir agua decente! ¿Por qué no las habrá usado Oceanus para calentarse? Podría haber derretido toda la nieve de su ropa y... tal vez estaba delirando o no pudo tan siquiera usar sus dedos. ¡Oh! Posiblemente no podía usar los dedos porque los tenía congelados. 

Me dejo caer lentamente del árbol y comienzo otra vez a rascar el tronco, está vez tratando de prestar más atención a mi alrededor. Consigo yesca suficiente y después escarbo en la nieve. Rompo algunas rapas delgadas del pino más cercano y comienzo a montar la fogata. 

Una fuego de noche puede ser algo peligroso, pero puede que de día no corra demasiado peligro.  De todas formas es esto o no tener agua. 

La llama prende rapidamente y el calor se refleja por todo mi cuerpo. Una sensación de felicidad me invade el cuerpo, es como si la llama me diese esperanza. Relleno la botella metálica de la nieve más limpia que encuentro y la coloco encima de la llama apoyada sobre las rapas y en vertical. 

Tengo que esperar un rato después de que el agua hierva para que estar segura de que no hay peligro, pero como tengo las pastillas de yodo no debo de preocuparme por eso. Es increíble la poca cantidad de agua que se saca de una botella entera llena de nieve. Philip dijo en una de sus pocas lecciones de supervivencia que es porque la nieve tiene mucho aire. 

Llené la botella entera y apenas he conseguido un tercio tras la primera vez. Vuelvo a repetir el proceso unas cuatro veces antes de tener la botella considerablemente llena. 

Me encantaría permanecer junto al fuego, pero es peligroso. Pueden ver la luz desde cierta distancia y eso atraería compañía indeseable. 

Pego patadas a la nieve y la lanzo hacia las llamas que se acaban apagando. Vacío la bolsa de Oceanus y me doy cuenta de que contiene una especie de manta. Nada de comida, ni una botella extra, linterna o cuchillos. Solo las cerillas y la manta. Cabe la posibilidad de que Oceanus se comiera la comida que había en el interior antes de yo quitársela, o que la del seis se la hubiese comido antes que él. 

Lo que me preocupa en realidad, y es más escalofriante aún, es que los del uno y dos estuvieron cazando ayer por la noche. Cazando tributos. 

Podría hacer lo mismo. Podría ir a la Cornucopia y hacer una alianza con ellos. Aunque no sé si Selver me rechazaría después de yo haber rechazado su oferta. No sé si él querría que yo le pagará por su protección aquí, delante de las cámaras. ¡No! 

Además iría contra mis propias normas unirme a ellos. Contra mi propio plan. No sé si mis padres me mirarían del mismo modo desde casa después de unirme a un grupo de asesinos que rozan el matar por placer. ¿Aunque es placer cuando uno mata en la arena? Siempre lo había considerado de ese modo, pero ahora no lo tengo tan claro. 

Encuentro la orilla del bosque unas horas más tarde. Puedo ver la Cornucopia delante de mi. Viendo a Randall tomar una siesta junto a el fuego y envuelto en mantas hace que envidie no formar parte de su equipo. 

Niego con la cabeza. Esa no soy yo. Kora Seasse no se arrastra por una manta y un gran fuego... caliente, llameante, ardiente... 

¡Arg! 

Me niego a seguir torturándome con esto. Ellos tienen todo y yo apenas puedo encender un fuego sin temer por mi vida. 

Paso las siguientes horas hasta la noche caminando alrededor. No estoy buscando nada. Necesito estar en movimiento, constante. Doy sorbos a la botella de vez en cuando y otras veces me llevo a la boca un pequeño trozo de carne seca. Hasta que me quedo sin carne. 

Hago pis justo antes de subirme a la rama de un pino. Si las cámaras han grabado mi culo, enhorabuena, espero que les guste a todos los habitantes de Panem. Me hecho la manta por encima. Espero no caerme del árbol, puede parecer que la nieve es blanda, pero me da la sensación desde que  Oceanus me tiró que no es así. 

El himno vuelve a sonar antes de que las caras de los caídos iluminen el cielo. Primero sale la cara de Oacenus. Después la chica del seis. Y por último, la chica pelirroja del diez, la que murió en el lago. 



73º Juegos del Hambre (Todos los libros) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora