Noventa y tres

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- ¡Kora! ¡Despierta!- vuelve a gritar mi hermano por... no sé cuantas veces lleva repitiendo lo mismo.- ¡Kora! ¡Despierta! ¡Quiero ir a casa! 

- Estoy despierta- digo agitando la cabeza aturdida y enfocando la mirada. Los agente de la paz están con nosotros. 

- Hemos pensado que como hacerte daño a ti no sirve de nada... vamos a hacer sufrir a tu hermano pequeño. Tal vez así entras en razón- esa voz es pura malicia. 

- ¡No!- chillo más fuerte, incluso, que cuando me estaban pegando. Gritar duele también-. ¡Peter, no, por favor!- sollozo-. Hacedme lo que sea a mi, pero no a Peter. Solo tiene cinco años... 

- ¡No!- chilla mi hermano pequeño mientras se retuerce en su silla. 

- ¿Estás dispuesta a tomar su castigo?- pregunta el hombre riéndose, pero yo no dejo de mirar a Peter. 

- ¡No, Kora!- grita Peter-. No lo hagas- me ruega. Los agente de la paz comienzan a acercarse a mi. Miro a Peter-. Por favor, Kora... No lo hagas- comienza a tener hipo por el llanto. 

- Somos familia, ¿recuerdas?- le digo mientras me quitan uno de los grilletes-. Te enfadaste conmigo porque os protegía- le recuerdo-. Os dije que era porque somos familia. 

- Por favor, Kora...- solloza él sin poder enjuagarse las lágrimas de las mejillas. Él sigue llorando y susurrando cosas que no puedo entender. 

- Tienes unas preciosas manos de pianista- dice uno de los agentes de la paz-. Hemos oído la música que compusiste para la canción de Katniss... Fuiste tú, ¿verdad?- acaricia mis dedos de la mano derecha y yo le dejo. Después sube la mano hasta mi barbilla y pasa su dedo indice por encima de mi labio inferior. Siento repulsión. 

- ¿Me creerías si te dijera que no?- le pregunto secamente. 

- Absolutamente no- dice apoyando mi mano sobre una mesa de metal. La mesa me recuerda a las que vimos en los laboratorios. Me agarra la mano con su mano izquierda-. Después de esto no creo que vayas a poder tocar más el piano- dice con malicia mientras le veo levantar el martillo de hierro. 

Grito hasta quedarme muda. Metal, hueso, metal... Peter llora, yo grito, los agentes de la paz guardan silencio. Después toca la izquierda. Si me rompen algún hueso no lo noto. Más dolor añadido al dolor anterior. Un dolor es sustituido por otro, ese es el único cambio. 

Me permito gritar y llorar, pero nunca darme por vencida. 

- ¿Kora?- pregunta Peter en un susurro-. ¿Kora? Despierta, por favor. 

La voz de mi hermano es la única capaz de sacarme de la inconsciencia, la inconsciencia que me protege del dolor. Pero Peter no está despierto. Estás dormido de forma muy incomoda en su silla. Muevo la mano con miedo y hago una mueca de dolor. Tiro hacia detrás y logro sacarla porque está bastante magullada y los dedos algo deformados. Jadeo por la sorpresa de ver mi muñeca liberada. Pulso el botón que hay en la pata de la silla y que libera los grilletes. Ponen el botón de liberación lo suficientemente cerca para que lo veas, pero sin poder alcanzarlo. Es una tortura mental. Camino hasta Peter con dificultad. 

- Peter- susurro.- Nos vamos- digo pulsando el botón mientras se despierta. Los ojos se le iluminan al verme tan cerca de él y se lanzan a mis brazos. Está desnutrido, pero sigue conservando sus redonda mejillas, su color de piel y el pelo le ha crecido desde la última vez que lo vi. Peter me da la fuerza suficiente para seguir adelante. Es el motor que me impulsa a intentar escapar-. Quédate aquí mientras abro la puerta. 

Retiro la tapa que protege los controles de la puerta. Se supone que necesitamos una tarjeta para usarlos. La ropa que tengo no es la del ejercito del trece. En algún momento después de lo del tanque de agua deben de habérmela cambiado por estos pantalones blancos rectos y una camisa sin botones. Ni siquiera llevo zapatos. Peter lleva lo mismo, solo que el suyo no tiene sangre. 

73º Juegos del Hambre (Todos los libros) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora