Treinta y cinco

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- ¿A dónde vas?- pregunta Selver con tono divertido. ¿De verdad se está riendo cuando una tormenta de nieve va a matarnos? Hay gente para todo. Ni siquiera podemos correr apenas. Solo caminamos contra viento. El frío me corta la cara y aunque Selver no tiene mochila, él todavía conserva su gorro y su bufanda. Por no mencionar su chaquetón original y sus pantalones. Los míos son de la mochila que rescaté... robé, por lo que son mucho más finos. 

Selver me agarra del brazo y por un segundo creo que me va a matar aquí y ahora. Suelto el brazo de un tirón y me giro dispuesta a luchar. Selver se lleva las manos a la cabeza y se quita su gorro de color azul marino. 

- Toma- dice alargando el gorro hacia mi.- Mantendrá tu cabeza caliente. 

Me giro sin decir nada y sigo adelante. No voy a picar. No voy a aceptar su ropa. Ni su protección. Me está siguendo y yo no lo he matado, eso es todo. 

- ¿Adónde vas?- pregunta cuando la tormenta de nieve se vuelve tan fuerte que es casi imposible avanzar.- ¿Puedes al menos asegurar que no se te ha ido la cabeza y no sabes donde estamos yendo?- pregunta detrás de mi. Su voz suena como un susurro contra el viento. ¿Qué he hecho para merecer esto? 

- ¿Por qué no te vas con Isolda o Crystal?- le pregunto mientras trato de orientarme hacia un lugar que sea un metro por delante de mi, por lo menos. 

- Crystal ha muerto- grita. ¿Cómo lo sabe? ¿Estaba ella durmiendo dentro de la Cornucopia? ¿Estaba ella en la montaña? 

- ¿Cómo lo sabes?- pregunto muy a mi pesar. El interés puede conmigo. Tengo ganas de saber dónde estaba Crystal. 

- Ella estaba en la montaña cazando- grita por encima del sonido del viento. 

Nunca he visto nevar, pero si siempre es así... prefiero no volver a verlo nunca. 

- Querrás decir asesinando, matando...- le reprocho duramente. 

Él no responde. 

Llegamos hasta las rocas de la cascada. El trozo de hielo sigue tapando la entrada de la cueva, pero tal vez entre los dos podamos retirar el hielo. 

- Ahora entiendo por qué querías venir aquí- dice esbozando una sonrisa. Escondite secreto desvelado.- Retiraremos el trozo de hielo entre los dos- dice antes de ponerse manos a la obra. 

Tira el arco sobre la nieve y me doy cuenta de una cosa. Es la oportunidad perfecta para matarlo. El está desarmado y concentrado en otra cosa. Puedo deshacerme de él con un simple movimiento de espada. Pero no lo hago y me odio por ello. 

Clavo la espada en la nieve en su lugar y ayudo a empujar el trozo de hielo que finalmente cae al interior del lago partiendo el hielo. No me doy cuenta de que me castañean los dientes hasta que entremos en la cueva. 

- Necesitamos hacer fuego- dice Selver cuando entramos en la cueva. 

- ¿Con qué madera, listo?- le pregunto irónicamente.- Si crees que voy a salir con esa tormenta... la llevas clara. 

- ¿Son todas las chicas del distrito cuatro así?- pregunta divertido. Nada de ira, rabia, odio, frustración... solo diversión.- ¿Tan cortantes?

- Me hago la misma pregunta todos los días- digo antes de tener un gran escalofrío que agita mis hombros. 

- ¡Genial! Va a ser una larga noche- dice rodando los ojos y dejándose caer en el suelo.

Hago lo mismo y me quito la mochila de la espalda y dejo caer la espada junto a mi pierna. Suspiro antes de volver a temblar. Tengo un montón de frío, no voy a mentir. Me encantaría recibir un regalo ahora mismo. 

- Ese es tu lado de la cueva- digo señalándolo-. Este es el mío. Cuando pase la tormenta cada uno se ira por su lado y si me persigues te mataré- digo duramente mientras me cambio de sitio. 

- Tranquila- dice levantando las manos en señal de rendición-. No te voy a hacer nada... 

- Seguro- digo escéptica. 

Un incómodo silencio se instala entre nosotros, aunque el rugido del viento no deja de sonar fuera de la cueva, de hecho cada pocos segundos entra un corriente de aire que me corta la cara. 

- ¿Sabes que tienes la nariz y las mejillas quemadas?- pregunta alzando una mano para señalarme la cara desde su lado de la cueva. Levanto una mano, me quito el guante y rozo mis dedos por encima de la piel. Me escuece cuando mis dedos hacen contacto, pero el frío de mis dedos alivia un poco la quemazón.

- Tu no tienes quemaduras, ¿cómo es eso?- pregunto observando su cara. 

- Había unas cremas dentro de la Cornucopia- comenta. No dejo de lanzar algunas miraditas hacia el arco y las flechas que descansan junto a él.- Nos han protegido de las quemaduras durante estos días. 

- Ahora no te queda nada- le recuerdo con tono de chulería. 

- Confio en que los Patrocinadores me envíen algo... o a ti- asegura de forma confiada mientras levanta un lado de su boca en una media sonrisa. 

- Ja- me río secamente.- Vas listo si crees que voy a compartir mis regalos contigo.- Pierdo un momento la determinación y fijo la mirada en la tormenta. La nieve se arremolina de un lado para otro y de vez en cuando cambia de dirección.- ¿Qué crees que pasará si todos los demás mueren en la tormenta?- La pregunta se escapa de mis labios casi sin haberla pensado. 

- Que el Vencedor será uno de nosotros- responde encogiéndose de hombros. 

- Entonces no esperes que te desee suerte- digo agarrando el anillo de mi cumpleaños con los dos dedos para recordarme quien está esperándome en casa.  

Él de alguna forma se traga su comentario, si es que iba a hacer alguno. 




73º Juegos del Hambre (Todos los libros) TERMINADAWhere stories live. Discover now