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El dolor desapareció, el enojo igual, y aquel día pasó de ser el peor a convertirse en el mejor de su vida.

Lo había conseguido, después de mucho tiempo lo había logrado... Samuel lo había logrado.

Guillermo besó sus labios como si su vida dependiese de ello, disfrutando plenamente cada uno de los roces que su novio le regalaba. Se sentía ido, extasiado, por encima de la realidad misma teniendo a Samuel a su lado, repartiendo besos por cada rincón de su piel, acariciándolo con ese cariño tan particularmente suyo.

Joder, como lo había extrañado.

-No me dejes- pidió Samuel en un susurro, besando su cuello con cuidado -Perdóname- continuó, cargando el ambiente de emoción.

-Jamás voy a dejarte- contestó Guillermo, sintiendo como dejaba de besar su piel y se quedaba quieto allí, conteniendo las lágrimas -Te amo con cada fibra de mi ser- confesó, causando que las lágrimas de su novio empaparan finalmente su cuello.

-Te amo, Guillermo- dijo entre lágrimas, aferrándose al torso desnudo de su chico.

Le debía la vida, realmente lo hacía.

-¿Por qué lloras?- preguntó en igualdad de condiciones, haciendo esa pregunta algo confusa.

Ambos eran un océano de emociones incontrolable.

-Porque te amo- a pesar de que se sentía débil, Samuel se movió y se puso sobre Guillermo, acomodando sus manos a los costados de su rostro y causando que su collar, ese con la letra "G", se juntase con el de su novio -Te amo como no amé a nadie en mi vida- sus ojos miel brillaban más que la luna que iluminaba la habitación -Porque a pesar de que toqué fondo, no me dejaste solo.

-Y jamás lo haría- finalizó el menor antes de tomar su rostro para retomar los besos.

Deathbeds [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora