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El paso del día se hizo más que ameno, tanto que Samuel no notó que estaban casi llegando a la hora de la cena. Las conversaciones con el dúo se habían transportado por todos lo rincones del hospital: desde el comedor hasta el patio y de allí a los pasillos de las habitaciones. A pesar de que el recuerdo de aquel lugar no era del todo bueno para él, Mangel y Alex estaban haciendo que estar allí no resultase tan agónico, a demás de mantener a los malos pensamientos alejados. Los amigos, o hermanos como se hacían llamar, sabían como tratarse y cuidarse, cosa que hacía a Samuel sentir tranquilidad, no solo porque no estaría solo ante una situación desconocida, sino porque sabía que estaba rodeado de buenas personas.

Cada que Mangel parecía perderse en sus pensamientos, Alex lograba sacarlo de nuevo a la realidad.

Cada que Alex parecía no poder concentrarse por la presencia de alguien más en su cabeza, Mangel lograba ahuyentarlo para que el chico pudiese estar tranquilo.

Se notaba a leguas que aquel par habían logrado formar un lazo entre ellos inquebrantable, lo cual lo tranquilizaba y reconfortaba en partes iguales.  Estar con gente que entendía su dolor y sabía como manejarlo, que contaban con experiencia para tratarse y consolarse, que podría socorrerlo si lo necesitaba lo hacía sentir seguro, contenido y acompañado, sobre todo porque creía que no podría hacerlo sin su gente a su lado. No estaban ni sus amigos, ni sus padres ni Guillermo para apaciguar su tristeza y desesperación constante, pero tener gente que se sentía igual que el lo dejaba tranquilo, por más mal que sonase. 

No estaba solo, a pesar de que pensaba de que así sería.

Deathbeds [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora