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Cuando Guillermo salió de la parte de aislamiento, tenía al padre de Samuel esperándolo con los ojos cargados de lágrimas, casi como si hubiese escuchado lo que había hablado con su hijo. Esperaba que lo regañase como las personas que lo habían encontrado, pero en su lugar recibió un abrazo, un abrazo tan fuerte y sentido que creyó que se derrumbaría por el exceso de sentimiento. Las palabras quedaron atoradas en su garganta automáticamente y, de un momento al otro, no supo que decir. 

Había estado durante todo el día pensando como justificar sus acciones, pero las palabras parecían haberse desvanecido de su mente en cuanto el mayor comenzó a llorar en su hombro.

-Eres lo mejor que le pasó a mi hijo- susurró el contrario para apretar su cuerpo con fuerza, cosa que hizo sentir a Guillermo más débil.

No sabía a que venía todo eso, pero lo aceptaba. Lo necesitaba, también.

Se permitió llorar junto a su suegro con libertad, como nunca antes lo había hecho. Ambos sentía dolor, ambos sentían que nada podía servir, pero al mismo tiempo tenían esperanza.

Esperanza de que Samuel dejase de cortarse.

Esperanza de que pronto toda esa pesadilla acabara.

Esperanza de que podrían tener a Samuel en su vida por muchísimo tiempo más.

-Eres lo mejor que le pasó a mi hijo, Guillermo- repitió -Y te agradezco desde lo más profundo de mi corazón que estés aquí con él.

Deathbeds [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora