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-¿Cómo te sientes?- preguntó su madre luego de unos cuantos minutos de silencio y lágrimas.

Roto quiso contestar, pero no lo hizo.

-¿Qué necesitas?- cuestionó su padre.

Morir quiso contestar, pero no lo hizo.

Los ojos de Samuel se llenaron de lágrimas, por lo que sus padres volvieron a guardar silencio. Morían por escuchar a su hijo seguir hablando, que les diese la razón de sus precipitadas acciones, pero en su lugar se instauró el silencio acompañado de sus respiraciones, las cuales buscaban ser tranquilas pero que se sentían pesadas y adoloridas. Sabían que él menor no estaba bien y que no lo estaría por mucho tiempo, pero realmente ansiaban poder reconstruirlo.

Por su parte, Samuel no sabía que decir. Sentía que había sido un error pedir ver a sus padres, que quizás hubiese sido mejor seguir solo como lo había estado desde que despertó, pero ya no había marcha atrás con eso. Los tenía allí, a su lado, presentes como siempre... ¿Se los merecía? Su mente le gritaba una y otra vez que no.

Quizás debía dejar de molestarlos de una vez; quizás debía despedirse de todos también. Y como si ello fuese un interruptor dentro de su alborotado pensar, los ojos del internado parecieron cargarse aún más de aquel líquido salado al recordar que, como sus padres, había alguien más esperando por él.

-¿Guillermo sigue en la ciudad?- preguntó con un tono de voz bajo y perdido, como si casi no tuviese fuerzas para hablar. Sus padres sonrieron con cariño ante la pregunta de su hijo, ilusionados con que la presencia del chico ayudase.

Pero para Samuel todo era distinto... debía despedirse de él también.

Deathbeds [Wigetta]Where stories live. Discover now