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Cada que Samuel se sentía atrapado en sus propios pensamientos tomaba una cajetilla de cigarrillos, su mechero y salía al balcón, dejando que la nicotina y el aire fresco despejaran su mente. Si bien no era un buen hábito y que, en algún punto, le traía malos recuerdos, la acción lo tranquilizaba, cada vez más conforme aprendía a dominar a sus demonios. Observar las nubes, ver como estas se apartaban por el viento, contemplar el vecindario y la gente que lo habitaba... había encontrado en todo una forma de alejar los malos pensamientos y, a su vez, mantenerlos a raya cuando amenazaban con volverse violentos.

-¿De nuevo fumando?- escuchó la pregunta de Guillermo justo antes de sentir sus brazos rodear su cintura y su cabeza apoyarse en su hombro -Es la tercera vez en el día- alertó -¿Quieres que llame al psicólogo?- preguntó con delicadeza, pero sin perder la firmeza.

Desde su lugar, Samuel sonrió tranquilo mientras acariciaba las manos contraria sobre su abdomen con su mano izquierda. Le dio una gran calada a su cigarro y, consciente de lo mucho que Guillermo lo odiaba, expulsó todo el humo antes de girar, encontrándose con la mirada preocupada de su chico.

Mudarse juntos había sido la mejor decisión que había tomado, sobre todo porque creía que no había persona que lo conociese mejor que Guillermo a esta altura de su vida. Habiendo pasado cinco meses desde que su internación llegó a su fin, y considerando que había conseguido empleo nuevamente, la mudanza fue inevitable. Le gustaba estar junto a su chico, y más cuando se trataba de días enteros en lo que no hacían más que reír; le gustaba estar vivo y vivir con Guillermo

Deathbeds [Wigetta]Where stories live. Discover now