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La poca fuerza y valentía que Guillermo había logrado juntar antes de entrar a aquel sector del hospital se había desvanecido en el instante en el que abrió las puertas y entró a la habitación de Samuel, la cual lo recibió con pitidos y máquinas encendidas por doquier que no hicieron más que desorientarlo. Sintió a su estómago revolverse y la necesidad de alejarse invadirlo, pero en su lugar avanzó hasta la camilla del contrario y, conteniendo la respiración, contempló con mayor detenimiento cada rincón de su irreconocible rostro, el cual parecía relajado a pesar de la situación que estaba atravesando. Pronto sus labios temblaron bajo el barbijo que cubría su boca y sus ojos se llenaron de lágrimas haciendo que la imagen se distorsionara por momentos, cosa que de cierta forma agradecía.

Samuel estaba muchísimo peor de lo que imaginaba.

Los vendajes en sus brazos que creyó cubrirían solo una pequeña porción de ellos rodeaban ambas extremidades desde sus codos hasta su muñeca.

El tubo que salía de su boca y que había imaginado más pequeño lo obligaba a mantener la boca abierta y salía por una de sus comisuras para conectarse a otra máquina.

La pérdida de sangre que idealizó como una bolsa vacía colgando a su lado en realidad también se notaba en su piel, la cual estaba completamente blanca.

Las agujas que sabía tendría en la parte superior de alguna de sus manos eran en realidad dos, una en cada una, y ambas estaban conectadas a una bolsa distinta, siendo una de sangre y otra de suero.

No, ese no era el Samuel que recordaba, pero si con el que se había encontrado.

Deathbeds [Wigetta]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora