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Aunque las voces en su cabeza lo estaban enloqueciendo para que se quedase solo, Samuel intentó estar rodeado de personas la mayor cantidad de tiempo posible, evitando así caer en la tentación de hacer cualquier estupidez. Si había alguien cerca, si estaba custodiado de alguna manera, no habría forma de que se lastimase sin que lo detuviesen (o que al menos lo intentasen).

Por suerte, se encontró con Alejandro y Miguel, o Alex y Mangel, como preferían que los llamase.

Si bien estaba en sus planes no separarse de la primera persona que le dice algo de atención, la compañía de los chicos llegó por cuenta propia, casi sin pedirla. Había sido Mangel el que llegó aquella mañana a sentarse a su lado en la cafetería sin siquiera preguntar, segundado por su amigo.

-Mi nombre es Miguel, pero me gusta que me digan Mangel- comenzó la conversación sin más, causando que su compañero rodase los ojos ante la falta de cortesía tan típica del chico -¿Cómo te llamas? Eres nuevo, ¿verdad?

-Un gusto, Mangel- saludó algo incómodo pero agradecido -Me llamo Samuel y si, soy nuevo.

-Alejandro, aunque puedes llamarme Alex- se presentó el restante,  obviando los buenos días al igual que su compañero; el nuevo sonrió en saludo.

-Veo que somos del mismo club- señaló Miguel de repente, centrando la mirada en los brazos descubiertos de Samuel; este, instintivamente, bajó la mirada e intentó ocultar sus heridas, lo cual resultaba imposible -No te preocupes, tampoco me siento orgulloso de las mías- indicó, colocando ambas manos sobre la mesa, más precisamente con las palmas hacia arriba.

Samuel tragó en seco al ver sus muñecas y manos con cortes profundos.

Deathbeds [Wigetta]Kde žijí příběhy. Začni objevovat