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Una vez estuvo frente aquel edificio inmenso del cual Samuel había hablado infinidad de veces, David no dudó ni por un segundo cuando entró y, con pasos decididos, avanzó hasta el pequeño escritorio de la recepción, el cual estaba custodiado por una joven de cabellos castaños y ojos ilusionados.

-Buenas tardes, señorita.

-Buenas tardes- la chica le regaló un sonrisa cálida y sincera -¿En qué puedo ayudarlo?

-Tengo entendido que uno de sus empleados tuvo que salir de la ciudad por un par de temas relacionados con la empresa, ¿es posible saber exactamente donde eran estos asuntos?

-Lo lamento- la chica borró levemente su sonrisa y mostró una mirada más seria –pero esa es información que no podemos proporcionarle.

-¿Y podría hacer una excepción?- la chica lo miró curioso, incentivándolo a continuar –Es por un asunto importante- la joven frunció los labios y negó –El empleado es uno de mis amigos y no me coge el teléfono desde ayer... solo quiero saber si todo está bien.

La contraria suspiró, mordió sus labios y, tras encontrar verdadera preocupación en la mirada del chico, accedió.

-¿Cómo se llama su amigo?- preguntó mientras miraba hacia todos lados para asegurarse que nadie estuviese atento a sus movimientos y preparaba sus manos sobre el teclado; David sonrió agradecido.

-Samuel De Luque.

La chica presionó un par de teclas pero se detuvo, impacientando al contrario.

-Lo siento, pero el joven De Luque no trabaja más aquí.

-¿Cómo dice?

-Él renunció hace unas semanas- comentó como si fuera algo obvio y de público conocimiento.

Pero David no lo sabía hasta ese instante.

Deathbeds [Wigetta]Where stories live. Discover now