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Había escuchado las indicaciones por parte de Amelia y guardado las que consideró importantes dentro de su mente, repitiéndolas una y otra vez mientras avanzaba hacía su nuevo destino. Sus ojos picaban y su corazón latía con fuerza, como si fuese una mezcla de emoción y miedo mientras se movía. Ansiaba poder verlo y escucharlo, realmente lo necesitaba, pero al mismo tiempo le aterraba la idea de hacerlo, más teniendo en cuenta todo lo que tenía en mente. Debía ser cuidadoso y esperar encontrar a un chico perdido y medicado, su mente debía estar lista para afrontar aquello sin improvistos, su corazón debía aferrarse a si mismo para no romperse si llegaba a ver a un chico que no se parecía a su novio.

Eran demasiadas cosas a tener en cuenta.

Llegó a la habitación y, tal y como se lo había indicado Amelia, tocó y esperó, impaciente por entrar. Sus manos temblaban, su estomago dolía, su corazón amenazaba con salirse de su pecho...

José salió algunos segundos después con los ojos igual de brillosos que los de su esposa, cosa que hizo que su ansiedad incrementase. Recibió una media sonrisa, una palmada en su hombro y una mirada que le suplicaba mil cosas que no entendía, pero que de alguna forma parecían darle aliento.

Suspiró con fuerza y tomó el picaporte, haciéndolo girar casi en cámara lenta. Se abrió paso dentro de la habitación, cerró la puerta y apoyó la espalda en ella, tomándose un par de segundos para prepararse mentalmente antes de volver a ver a Samuel. Debía mostrarse fuerte, debía ser su sostén ahora. Sin embargo, cuando entró y sus miradas se encontraron finalmente no pudo contenerse a llorar frente a él. Samuel lo miró desde la camilla con los ojos rojos por las lágrimas que intentaba contener, las cuales cayeron sin cuidado al reencontrarse.

-Hola, Guille- dijo el internado en un hilo de voz, cosa que impulsó al nombrado a correr los pocos pasos que los separaban.

Deathbeds [Wigetta]Where stories live. Discover now