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Guillermo tecleaba con velocidad en su portátil mientras contenía un suspiro, agobiado por todo el trabajo que aún le quedaba por hacer. Sus ojeras dibujaban un camino que tentaba con tornarse oscuro debajo de sus ojos y su ceño fruncido comenzaba a dejar pequeñas marquitas en su frente, las cuales reflejaban lo saturado y cansado que comenzaba a sentirse. Su cuerpo entero pedía desesperadamente un descanso pero sabía que no podía detenerse; de hacerlo, no llegaría a cubrir con sus entregas y tendría aún más posibilidades de perder su empleo de las que ya tenía.

Su jefe había sido generoso dejándolo permanecer en la empresa a pesar de la distancia, quizás demasiado generoso, por lo que no podía fallarle ahora. Tampoco tenía otra opción.

Su móvil sonó del otro lado de la mesa y Guillermo finalmente suspiró, fastidiado por la cantidad de veces que había escuchado sonar el dichoso aparato. A pesar de que era relativamente temprano, había recibido tantísimas llamadas y mensajes de clientes ansiosos que creía ya no contar con paciencia suficiente como para no mandarlos a tomar por saco. Tomó su móvil y, sin mirar quien llamaba, deslizó el dedo sobre la pantalla para llevárselo a la oreja.

-Buenos días, aquí Guillermo Díaz, ¿en que puedo ayudarlo?- dijo de forma monótona y sin dejar de teclear, convencido de que se trataba de algún cliente.

-Guille, ¿puedes venir al hospital?- escuchó una voz femenina del otro lado de la línea, la cual causó que detuviese sus movimientos al instante al reconocerla.

Deathbeds [Wigetta]Where stories live. Discover now