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Cuando el reloj marcó las siete con cuarenta y cinco minutos de aquella noche, Guillermo cerró su ordenador tranquilamente y procuró guardar todas sus cosas de la misma manera, pudiendo hacerlo en tiempo récord. David y Rubén estaban junto a los padres de Samuel, por lo que salir de aquel lugar no había sido para nada difícil, como tampoco el hacerlo con los labios sellados y el ceño fruncido.

No había nadie que le pidiera que hablase, o que dijese que le pasaba, o que intentase levantar su ánimo pisoteado.

Con la mochila cargada lastimándole la espalda y el cuerpo duro por la postura que había tomado durante el dia, dirigió sus pasos hasta uno de los ascensores del edificio y, casi sin pensar, presionó el botón que lo dejaba en la planta de psiquiatría, rogando no encontrarse con nadie conocido allí tampoco, cosa que increíblemente sucedió.

Necesitaba tiempo y que nadie lo detuviese si quería hacer lo que quería hacer.

Consciente de que el cambio de turno estaba a minutos de realizarse, se aferró a las correas de su mochila y entró a la zona de internaciones con cuidado y la cabeza hacia el suelo, buscando así no llamar la atención. Sabía que no tenía porque estar allí y que corría el riesgo de ser echado si lo descubrían, pero no se permitió pensárselo demasiado. Había esperado el cambio de turno especialmente para eso, no podía arrepentirse ahora.

Tenía demasiadas cosas atravesadas en la garganta y el corazón, cosas que no podía seguir simplemente conteniendo.

Deathbeds [Wigetta]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora