𝙿𝚛ó𝚕𝚘𝚐𝚘

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🪴🪴🪴

      𝔊𝔯𝔦𝔱𝔬𝔰

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𝔊𝔯𝔦𝔱𝔬𝔰.

Eso era todo lo que podía oírse en la Mansión de los Malfoy. Gritos desesperados y llenos del dolor que solo pueden producir las angustias del alumbramiento. Esa era la situación en la que se encontraba la famosa Bellatrix Lestrange, quien con fuerza apretaba la mano de su hermana Narcissa mientras resoplaba, gritaba, lloraba y gemía.

Tales eran los aullidos que para colmo de males, se había despertado el bebé de Narcissa, Draco, uniéndose al escándalo con su llanto confundido al no saber porqué había tal bullicio.

Los hombres, el señor Malfoy -esposo de Narcissa- y el señor Lestrange -esposo de Bella- se encontraban sentados en el fino sofá de cuero de la sala, con la cabeza enterrada en sus manos tratando de aliviar el dolor de cabeza que el ruido provocaba. Además no tenían ni idea de qué hacer, por lo que se habían resignado a esperar a que naciera el bebé.

Los elfos domésticos corrían de acá para allá con toallas y agua caliente con manos tan temblorosas como un chihuahua, listos para en cualquier momento recibir a la niña por nacer y tratando de no tirar nada, o sufrirían la ira de sus "amos".

Habría sido más conveniente ir a un hospital, pero Bellatrix no era exactamente conocida por sus buenas obras. Temiendo ser arrestada inmediatamente, se resignó a dar a luz en la mansión Malfoy. Tampoco era digno que una Lestrange naciera en la oscuridad y locura que residían en Azkaban.

En pocas palabras: la casa era un caos.

Después de unas cuantas horas de dolor, sudor y más gritos, la pequeña había llegado a horas de la madrugada, llorando con los usuales vagidos de un recién nacido. Inmediatamente fue envuelta en cobijas mientras era expuesta ante el aire puro por primera vez.

-Déjame verla, dámela- exigió la madre después de secar su sudor con una mano. La bebé le fue entregada y Bellatrix examinó sus facciones delicadas y pequeñitas. Por primera vez en años Narcissa vio a su hermana sonreír genuinamente. (Las pocas veces que lo hacía, era una sonrisa sádica y llena de maldad, Bella no era ninguna blanca paloma pero creo que eso ustedes ya lo saben). Su sonrisa, a pesar de estar amarillenta y torcida, reflejó orgullo.

-¿Ya sabes como la llamarás?- preguntó Narcissa (o Cissy, como le decía su hermana), sabiendo que al padre no le interesaría mucho el nombre, además temía desagradar a Bellatrix con el nombre de su elección
-____- respondió con simpleza, orgullosa de su buena elección y manifestándolo en su expresión.

Oh, ____, sin duda Bellatrix tenía un sin fin de planes para ella, ya soñaba con ese momento. El momento en que ella también pudiera servir al Señor Oscuro con la misma dedicación. Podía verse a sí misma, junto a su hija, causando desastres y torturando a los impuros, siendo temidas por todos.

Qué equivocada estaba.

𝔉𝔩𝔬𝔯𝔢𝔰 𝔄𝔪𝔞𝔯𝔦𝔩𝔩𝔞𝔰 ||  𝒩. 𝐿𝑜𝓃𝑔𝒷𝑜𝓉𝓉𝑜𝓂 Where stories live. Discover now