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𝔄𝔪𝔞𝔫𝔢𝔠𝔦ó 𝔠𝔬𝔫 𝔯𝔞𝔭𝔦𝔡𝔢𝔷, incluso con la noche de insomnio e inquietud que _____ pasó, en la que casi no pegó el ojo. Antes de que los pajaritos cantaran y las campanas sonaran, ella ya estaba despierta, bañada y lista con su uniforme.
Sonrió al ver su horario, las primeras dos clases serían de adivinación, un tema que le interesaba muchísimo, además de que tendría esa clase con los Gryffindors.
Apenas eran las cinco de la mañana, faltaban dos horas para comenzar las clases. Con sigilo la muchacha se escabulló por la habitación y por su sala común, tratando de no despertar a nadie y salir silenciosamente.
Se sentía extraño estar levantada tan temprano y ver todo tan vacío, aún más cuando ella no acostumbraba a madrugar. Era gratificante, debía admitirlo, y mientras se paseaba por los pasillos de Hogwarts disfrutó el silencio y la calma que reinaba en el ambiente. El único sonido eran las voces de los pajaritos que comenzaban a despertar, y tal vez el ocasional movimiento de los árboles con la fría brisa matutina.
Se desvió rápidamente y de repente se vio perdida. A pesar de haber pasado tres años de su vida en el castillo, seguía siendo tan grande que era imposible terminar de explorarlo. Era un pasillo, como todos los demás, pero no era conocido. No era el que daba al patio, ni el que estaba cerca del calabozo, ni el que daba al baño de Myrtle, ni otro reconocible.
Decidió no alarmarse aún, tenía una hora y media para encontrar el camino de vuelta. Tal vez algún profesor estaba ya despierto y la ayudaría a encontrar la clase de adivinación, pues eso buscaba en primer lugar.
-¿No es un poco temprano para estar despierta?- una voz amigable aunque misteriosa tomó a ____ por sorpresa.
-Oh, profesora Trelawney- sonrió la menor con un suspiro aliviado -Sé que es temprano, pero la verdad no podía dormir.
-Ah, noches de insomnio, claro querida, lo entiendo- dijo la maestra de cabello desordenado, aún más desordenado que el de la propia Hermione. Sus ojos engrandecidos por sus lentes se veían de manera cómica mientras ella hablaba y sonreía con pasión, cada palabra que salía de su boca parecía agradecer el haber sido pronunciada. Sus ropas y joyas al estilo hippie se agitaban dramáticamente con cada pequeño movimiento de la profesora.
Era extraño verla en un pasillo, era bien sabido que la profesora Sybill Trelawney prefería pasarse los días en su torre que socializar o convivir con los demás. Eso no significaba que fuera fría, ermitaña o grosera, era muy dulce en realidad, pero era tímida y no muy buena para hacer amigos.
-¿Cree que pueda enseñarme dónde queda su clase?- cuestionó la estudiante después de un momento de silencio, algo avergonzada de haberse perdido.
-Claro, claro, sígueme- sonrió la excéntrica mujer, tomando brevemente la mano de la menor y guiándola. Sus delgadas manos temblaban un poco, pero parecían siempre hacerlo. -¿Sabes? No es la primera vez que alguien se pierde buscando mi clase, después de todo no es tan fácil de encontrar comparada a las demás.
