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𝔄𝔩𝔤𝔲𝔫𝔞𝔰 𝔥𝔬𝔯𝔞𝔰 𝔭𝔞𝔰𝔞𝔯𝔬𝔫 y ya era hora del almuerzo, afortunadamente Neville ya se había despertado y pudo acompañar a _____ al comedor. Allí, charlaron un rato, hasta que llegó una lechuza realmente vieja y desplumada que si podía volar, era de puro milagro.
Todos la miraron extrañados, no era tiempo de correo. La pobre lechuza se estrelló contra la mesa, haciendo un desastre de jugo y arroz.
-Ron, ¿Ese no es tu búho?- cuestionó un niño.
-Este pájaro ya es una amenaza- murmuró Ron, tomando la carta que el animalito sostenía en el pico con firmeza. -¡Oh no!- exclamó al ver de lo que se trataba.
-Es una howler- explicó _____ ante la mirada confundida que Harry tenía.
-¡Miren todos, Ron recibió una howler!- anunció Seamus, provocando risas de parte de compañeros de todas las casas.
-Ábrela, Ron- incentivó Neville -Una vez ignore una de mi abuela... fue horrible.
Con manos temblorosas y vacilantes, el pelirrojo abrió la carta de color rojo intenso, quitándole un sello que la sellaba. Casi de inmediato, la howler comenzó a gritar.
-¡RONALD WEASLEY!- resonó la voz de Molly por todo el comedor -¿¡Cómo te atreves a robar ese auto!? ¡Estoy absolutamente disgustada! ¡Tu padre ahora está enfrentando tremendo papeleo en el trabajo y es todo por tu culpa! ¡Si vuelves a poner un dedo fuera de línea, te traeremos directamente a casa!- exclamó furiosa, después se dirigió a Ginny, su tono volviéndose más amable -Ah, y Ginny, linda, felicitaciones por quedar en Gryffindor, tu padre y yo estamos tan orgullosos...- expresó con cariño, para después volverse a Ron una vez más y sacarle la "lengua", destruyéndose a sí misma poco después.
El comedor quedó en un silencio incómodo, todos miraban al pobre Ron, algunos con burla, otros con simpatía. El pelirrojo avergonzado se quedó en su asiento, haciéndose pequeño ante tantos espectadores de su regaño.
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Ahora estaban en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, otra clase que afortunadamente ese día, Hufflepuff compartía con Gryffindor. Claramente _____ se sentó junto a Neville.
Se encontraban esperando a que llegara el profesor, aunque por la infinidad de pinturas y retratos que habían en el aula, ya se podían hacer una idea de quién se trataba. Poco después, apareció una figura que ya algunos conocían: Gilderoy Lockhart. Llegó con opulencia vestido con ropajes dorados, tenía una amplia capa del mismo color puesta sobre sus hombros que se movía dramáticamente con cada mínimo movimiento del hombre.
