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𝔇𝔯𝔞𝔠𝔬 𝔐𝔞𝔩𝔣𝔬𝔶 y ______ se encontraban jugando a las cartas en el cuarto del chico, la anticipación y competencia llenaban el ambiente cada vez que uno revolvía sus cartas, las examinaba o tomaba una carta más de las apiladas.
Faltaba poco tiempo para volver a Hogwarts, y los dos niños se encontraban realmente emocionados al respecto, claro que Draco prefería no demostrarlo.
El juego casi acababa, dándole el triunfo a _____ cuando formó los pares iguales y los colocó victoriosa sobre el suelo en el que estaban sentados, quedando sin cartas y resultando ganadora.
-¡Hiciste trampa!- exclamó Draco con el ceño fruncido y casi ofendido.
-Claro que no- dijo ella, su sonrisa burlona jamás dejando su rostro - Simplemente no sabes perder, además de que hiciste trampa varias veces y te lo dejé pasar.
-Mentira- se defendió Malfoy.
-Como sea, yo gané, lo que significa...- sonrió ella con malicia, recordando que habían apostado dependiendo de quién ganara.
-No, olvídalo, no haré nada- dijo Malfoy rotundamente, negándose a lo que sea que su prima tenía en mente para él.
-Te toca- su prima molestó, pero su atención se vio desviada del rubio debido a la lechuza familiar que entró por la cocina y dejó el correo sobre la mesa.
Ella se levantó con rapidez, con la esperanza de que alguna de estas cartas fuera para ella. En efecto, habían dos cartas dirigidas a ella, una de Hermione y otra de Neville. Con una sonrisa, tomó sus cartas y se fue a su habitación para leerlas con tranquilidad, a pesar de las quejas de Draco al no haberle pasado su propia correspondencia de parte de sus amigotes.
Las cartas no decían mucho, pero aún así _____ disfrutaba leerlas una y otra vez. La de Hermione contaba algunas cosas que le pasaron el último fin de semana, mientras demostraba una cierta inquietud por Harry, quien no le contestaba ni una sola carta. Era extraño, ______ hasta ahora lo pensaba, pero ella tampoco recibió respuesta cuando le envió una carta a Harry preguntándole cómo estaba.
La de Neville era un poco más corta. Le contaba acerca de una nueva planta que había descubierto en la orilla de un río cerca de su casa, la chica rió al leer que la planta tenía un sistema de defensa para atacar a los que la perturbaban, y había terminado empapando a Neville de una sustancia extraña que no quiso saber qué era. Por último, al final de la hoja, venía pegada con cinta una pequeña flor amarilla, un poco marchita por el viaje. Neville siempre le mandaba flores amarillas en las cartas, y ella las conservaba todas. Algunas las guardaba en sus libros, y otras en un pequeño florero en su cuarto.
