𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟽𝟹

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-El cuarto de requerimiento-
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     𝔘𝔫𝔞 𝔱𝔞𝔯𝔡𝔢 𝔰𝔬𝔩𝔦𝔱𝔞𝔯𝔦𝔞, Neville se sentía tan solo como jamás se había sentido

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𝔘𝔫𝔞 𝔱𝔞𝔯𝔡𝔢 𝔰𝔬𝔩𝔦𝔱𝔞𝔯𝔦𝔞, Neville se sentía tan solo como jamás se había sentido. Por alguna razón, desde el momento en que se levantó todo comenzó a salirle mal, y eso lo tenía necesitando únicamente un espacio para desahogarse.

Accidentalmente había matado a una planta, había derretido su calderón en pociones de nuevo y Trevor no aparecía por ningún lado. Además de eso, se sentía más solo que nunca, su mejor amiga estaba quien sabe dónde y no tenía a nadie más. Tal vez Luna, pero ella siempre estaba en el bosque.

Para terminar de arruinar su día, dos orangutanes se acercaron a su camino, sus robustas formas y sonrisas maliciosas dirigiéndose a él. Neville palideció, eran Crabbe y Goyle, estaban solos, y cuando no estaba Draco eran el doble de crueles.

Miró a su alrededor, el pasillo estaba completamente desierto.

A propósito, ambos matones caminaron al lado de Neville y con sus hombros lograron empujarlo y tumbarlo al suelo.

-Mira por donde caminas, Longbottom- se burló Goyle, retirándose con su secuaz.

Qué alivio, al menos había sido rápido. En un día en que estuvieran de mal humor ya lo hubieran pegado al techo con algún hechizo y dejado allí.

Pero para el mal día que estaba pasando, hasta una insignificancia como la ocurrida provocó que quisiera llorar y encerrarse en un rincón.

Con aquellos pensamientos se levantó del suelo, lágrimas de impotencia resbalándose por sus mejillas. Cabizbajo y aún aguantando el llanto que deseaba soltar, pasó al lado de una pared. Dicha pared llamó su atención, pues al acercarse, ésta de transformó y convirtió en una puerta escondida allí. Entre sus lágrimas sonrió con orgullo, corriendo para contarle a todos que había encontrado un lugar perfecto para las reuniones.

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Emocionado, Neville Longbottom corrió, _____ Lestrange sosteniendo su mano mientras Harry, Ron y Hermione les seguían el paso. Llegaron finalmente a la puerta aún abierta, que daba a un cuarto muy grande y oscuro, con algunas sillas empolvadas aquí y allá.

-Lo hiciste, Neville- felicitó Hermione -Encontraste el Cuarto de Requerimientos.

-¿Te he dicho ya que eres un genio?- dijo ____ con alegría, parándose de puntitas para besar la mejilla de Neville, luego corriendo con los demás para inspeccionar la habitación.

Neville Longbottom era un muchacho ciertamente distraído. Desde el año pasado ella le daba besos en la mejilla, con la mínima intención de comunicarle algo de lo que sentía, pero para el chico siquiera pensar en la posibilidad de que _____ Lestrange sintiera algo por el torpe, débil y sensible Neville Longbottom sonaba imposible. Él veía el gesto como un símbolo de la confianza que se tenían, pero era incapaz de ver el amor que cada abrazo o beso de la muchacha en realidad transmitía.

El muchacho se ruborizó de inmediato, tocando delicadamente con las yemas de sus dedos el lugar en donde había sido besado, sonrió bobamente, desvaiéndose de la conversación que los demás presentes sostenían acerca del cuarto.

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Frente a una estatua algo aterradora e inquietante de madera, todos los miembros del Ejército de Dumbledore tomaban turnos para practicar hechizos.

Neville estaba al frente, intentando conjurar Expelliarmus. Alzó su varita y la apuntó a la estatua.

-Expelliarmus- pronunció con timidez, pero su varita se escapó de su mano y los que estaban atrás se vieron obligados a esquivarla. -No tengo remedio- suspiró.

-Sólo estás agitando mucho la varita- dijo Harry a su lado -Inténtalo así.

Procedió a hacer una perfecta demostración del hechizo, pues la varita que la estatua sostenía salió volando de su agarre. Neville suspiro de nuevo, en rendición y decepción.

Durante las próximas semanas, lo único en lo que el joven Longbottom se enfocó fue en su movimiento de varita. Practicaba en el comedor, el los recreos y hasta en las clases se le podía ver moviendo su muñeca y susurrando el hechizo Expelliarmus.

En las reuniones esperaba ansiosamente su turno, aunque su extrema timidez le impedía participar más a menudo.

La oposición de Dolores Umbridge y la vigilancia de Filch sólo incentivó a que las reuniones siguieran y no se detuvieran. Más personas se unieron a la causa y ya era un buen número de integrantes.

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