|ekatón triánta exi|

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Capítulo centésimo trigésimo sexto
Los de Dawthorne
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Hubo una breve pausa comercial para la que nadie se emocionó. Iba a ser muy corta, si por producción fuera ni se haría, ya que se tomó bastante más tiempo de lo previsto con los Stone Rhodes, pero era casi un derecho un respiro para todos, y era necesario para que se tomaran los lugares que debían tomarse.

Esther aún no quería terminar la partida de ajedrez, porque si bien tenía los medios (con un solo movimiento terminaría, literalmente), le gustaba ver qué tan lejos podía llegar Caleb. Pero, en vista de que ya su esposa iba a pasar y muy probablemente su presencia también sería requerida, lo hizo para poder ponerse de pie, y abrazarla.

También, claro, la tomó por el mentón para besarla. Sabía que Alenna estaba muy nerviosa.

—¿Entonces no vas a pasar conmigo?— preguntó Alenna, tras, aún abrazadas, hacerlas avanzar hacia las escaleras a un lado de las gradas.

—No lo sé... aunque nos quitaríamos de encima pasar como familia después— aprovechó hacerse la que lo pensaba, para plantarle otro beso a Alenna—. Pues, creo que sí, pero debo ocuparme de algo antes, ¿sí?

Alenna asintió con la cabeza y la abrazó rápido, apretándola mucho para compensar la brevedad del abrazo.

Esther por su parte llamó a Caleb, quien aún tenía el celular de su mamá en sus manos intentando revisar en qué había fallado. Ella le murmuró un "ve" a Alenna, quien si bien había avanzado, se detuvo dos escalones abajo, nerviosa, dudando.

El niño le dio el celular y dejó que su madre le tomara la mano, y se dispusieron a bajar. A su vez, Esther le dio el empujoncito literal y metafórico que necesitaba a Alenna, poniendo su mano libre sobre la espalda de ella para hacerla avanzar al mismo tiempo que lo hacía con Caleb. Una vez abajo la dejó, para irse de la mano directo con Daphne quien caminaba a las gradas después de bajarse de la tarima.

—¿Cuánto por sacarlo de aquí lo que dure enfrente?— preguntó Esther.

—Pues... descuento del cincuenta por ciento a lo de siempre, solo porque mañana es tu cumpleaños.

—A estas alturas eso ya no es premio ni celebración— se lamentó la pelinegra, fingiendo llorar, y prácticamente le entregó la mano de Caleb para sacar el billete y dárselo a su hermana.

—Bye, mami— murmuró él, a medida que Esther se despidió con la mano, alejándose. Daphne no lo pensó mucho y salió con Caleb del estudio mientras llamaba a alguien.

Esther ya iba dispuesta a sentarse, pero cierta discusión a escasos metros de ella le llamó la atención.

—Es que, ya, ¿por qué a mí no me trajiste dona?

—Ya te dije.

—No, dime la verdad.

—Pues porque no. Además siempre estás diciendo que estás a dieta que porque el gimnasio y no sé qué...

—Yo nunca estoy a dieta para Krispy Kreme— se llevó una mano al pecho Joseph, mirando ofendidísimo a su padre. Nadie creería que hacía cinco minutos o menos estaban en un abrazo que reconfortaba hasta al que lo veía.

—Bueno, luego te compro. Ya, vete a sentar.

—Ya soy niño grande, ya no me puedes dar órdenes.

—Si no te puedo dar órdenes entonces tampoco tengo obligación de comprarte una dona.

—Ah, no, eso no tiene nada que ver.

—Claro que sí.

—Claro que no.

Phantasy // COMPLETAWhere stories live. Discover now