|évteka|

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Capítulo onceavo
De errores y amenazas







Satán en serio parecía disfrutar la ausencia de Ares.

A la mesa, nadie hablaba, salvo por Daphne, la media hermana que nunca debió existir, quien no se callaba respecto a su primera semana en el jardín de niños.

Apenas se le entendía.

En realidad, nadie le ponía atención, ni su madre ni su padre ni sus otros hermanos, salvo por Joseph. Él tenía cara de susto, o de concentración, pero se esforzaba en que Daphne se sintiera escuchada.

Ella era tan inocente.

-Joseph, ¿ya vas a decirle a papá que se olvide de que su princesa le traiga un trofeo a casa?- pregunta Abraham, con la sorna desbordando de su ser, Noelia, a su izquierda, se muestra divertida.

-¿Ah, sí?- pregunta Sebastian, indeferente. Joseph alza la ceja, como si acabara de probar algo.

Los está mandando a la mierda sin mucho esfuerzo.

-Princesa- se burla Noelia, casi con una carcajada-Brianna me contó sobre eso. Que nada le sale. Y que Sarah la sacó de clase hoy en la mañana y que el jueves se salió de clase de Monique. Que probablemente haga el ridículo en el nacional.

-Ares tiene muchas cosas en la cabeza. Así que mejor cállense- les corta Joseph, con una cara de enojo-, que ustedes no tienen nada que presumirle. Daphne, no les hagas caso, tus hermanos son unos groseros que nunca aprendieron que las personas se callan hasta que los demás terminen de hablar. Vamos, ¿qué pasó después de que Miss Valentina te dijo que ese no era el color verde? ¿Te dio más brillos?

-Lloré. Ella dijo que todos tenemos la oportunidad de volver a empezar, así que me dio otra hoja y más brillos. Después dijo algo sobre que un error no tiene por qué perseguirte toda la vida.

El error hablando de errores.

Tanto Drake como Ares siempre consideraron a Daphe un error de erroees. Y a Ares nunca le gustó la punzada que sentía en el corazón cada vez que la veía, pero no podía evitarlo. Estaba en contra del odio, el odio en redes sociales la acosaba todos los días, y decir que lo sentía por la pequeña, sería precipitado, pero era una realidad. Detestaba verla todos los días tan feliz y tan ajena a todo. Detestaba cada vez que le decía "papi" a Sebastian y detestaba cada vez que él le preguntaba cómo estaba. Incluso que a veces se tomara el tiempo de leerle cuentos.
Ares quería creer que nadie laquería merodeando por la casa, mas que a los que les convenía Elizabeth, Abraham y Noelia. Pero no sabría decirlo, Joseph siempre andaba tras Daphne.

Sabía que la pequeña había sido menos planeada que los realmente Stone, y eso era mucho decir.

Y así mismo, Ares se enojaba con ella misma, porque era consciente de que Daphne no tenía la culpa de nada. Ares Stone se odiaba por odiar a un inocente.

-Es genial que ahora las maestras sean así, por mi parte, yo siempre estaba castigado porque nunca me quedaba quieto- se ríe Joseph. Y Daphne le sonríe.

Es que era verdad. A Joseph no le fue diagnosticado el TDH hasta los cinco años, y no fue medicado hasta entonces. Por lo que sus primeros dos años de educación fueron una pesadilla tanto como para él para su padre, quien aún estaba soltero y lidiaba con todo él solo.

Joseph le da un beso en la frente, para después animarla a que terminara sus patatas fritas.

-Además, no tienes por qué estar triste por equivocarte. Te contaré un secreto, yo siempre olvidaba el ocho para contar. Mi maestra era un bruja, y me quitaba mi plastilina. Pero eso no es todo, Ares siempre se equivocaba contando, también al escribir los números y su nombre. A ambos nos dejaban sin salir a jugar por una cosa o por otra, y ahora sabemos hacerlo. No tienes por qué sentirte triste por equivocarte con los colores, ¿de acuerdo?

Phantasy // COMPLETAWhere stories live. Discover now