|ekatón saránta dyo|

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Capítulo centésimo cuadragésimo segundo
Los de Dawthorne, ronda dos
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Esther llegó tan rápido como pudo y sí se sintió un poco decepcionada de no poder llegar a tiempo para escuchar más sobre Kendra, y aún más de ver a Anthony ya avanzado.

Sabía que todas las redes estarían llenas de clips de lo ocurrido, pero nada como ver en vivo aquellas cosas. Era de las pocas afortunadas de verlo en vivo, literalmente.

Buscó con la mirada a sus acompañantes, hasta verlos juntos. Estaban ansiosos de poder volver a pasar, apenas la vieron llegar, Esther sintió una gran tensión.

—Lo bueno que ya contamos lo peor— se alivió Alenna—. Bueno, lo peor en general. Mi preocupación era sobrevivir a contar lo de aquel veinticuatro.

—Es cierto, ¿qué tanto más hay que decir?— chistó Geovanni—. Mi cielo y yo ya nos libramos también.

—Pues Esther estaba a punto de contar cómo echó a perder cincuenta mil dólares.

—Hey, yo no fui, muerdealmohadas.

—Que ya no las muerde— rió Alenna—. Ya no lo necesita. Ya no le duele.

—Mejor no me hagas hablar— le señaló Joseph, riéndose—. Pero en serio, ¿qué más?

—Pues Michelle no ha contado más... no ha llegado ni a la universidad, ni nada de eso.

—Es cierto, ¿y Michelle?

—Me había dicho que le iba a ir a preguntar a Jass que si qué tinte negro usaba— habló Geovanni como si nada, pero luego volteó hacia la familia de Brandon—... ay, no está. ¡Jass!

—¡Favores no hago y dinero no tengo!

Era una respuesta automática. Casi como un reflejo. Hasta después ella volteó a ver quién le hablaba.

—Pero si no fue ninguno de tus hijos, mujer— le reclamó Hannah.

—Ya, ya, no hables Hannah, hablas tú y hablan todos, ¿qué pasó Geovanni, mi fiel compañero, mi fiel amigo?

—¿Y Michelle?

—Ah, no sé. Espero haberte ayudado.

Geovanni se quedó paralizado un segundo, y luego la risa le atacó. Revisó rápido de un lado a otro solo para ve que efectivamente, Michelle no estaba ahí.

No quería hacerse ideas, de camino se había ido con ellos así que auto no tenía, a lo mucho estaría en el baño, pero algo le decía que no era así. Siguiendo ese presentimiento, se levantó para salir al estacionamiento.

Presentimiento acertado, ya que Michelle estaba sentada en una macetera grande que quedaba frente a algunos autos estacionados, tomándose un jugo de cajita, y al verla tomar del popote tuvo cierta clase de flashback de todos los años de niñez que compartieron.

—¿Pasó algo?

—No y sí— suspiró ella.

—¿En qué sentido?

—Siento que ya no puedo.

—Eh... ¿por qué lo dices?

—Siento que quedé agotada de contar lo de aquel día. Y me frustra mucho porque yo creí que las heridas ya estaban sanadas— suspiró—. Y no sé, ya no me siento cómoda con ponerme a contar lo estúpida que me tenía Esther a los dieciséis cuando eso ya quedó atrás y somos amigas, y los dramas del volleyball y mis fracasos académicos y...

—... Y si sigues sin hablar vas a seguir dando cabida a que sigan diciendo cosas de ti que no son ciertas. A mí por eso me molesta cuando la gente dice que es mejor quedarse callado o que las cosas se demuestran, que no hagas nada— le interrumpió Geovanni, pasándose un brazo por los hombros—. Claro, pero hay que saber cuando hablar. Ahora hasta te van a pagar por eso y estamos todos para apoyarte, creo que puedes hacerlo.

Phantasy // COMPLETAWhere stories live. Discover now