|eíkosi|

135 18 27
                                    

.
Capítulo vigésima
Del entorno de una marginada

-Las cosas las sé de primera mano. Deben confiar en mí. Ella misma me lo contó. Yo sólo...




-¿Qué es esto?

Sarah dejó caer la bolsa sobre el sofá morado de dos plazas, ante la extraña mirada de Esther, y la curiosa de Maryssa.

-Ropa de tu hermana- anunció la rubia con una sonrisa de orgullo en sus labios-. Feliz Janucá.

La chica no pudo evitar reírse ligeramente ante el extraño comentario de la tía. Dio dos pasos para poder abrir la bolsa. Aún llevaba el uniforme de KFC, y lucía agotada.

-Juras que ésto me va a entrar- ironizó ella, mirando ofendida a Sarah, con un pantalón blanco colgando de sus manos-. ¡Doble cero!- gritó aterrorizada viendo la etiqueta. Después se volvió a la tía, con una mano en la cintura-. ¿Me estás diciendo gorda?

Maryssa soltó una carcajada desde la cocina, y en su distracción casi se le cae el sartén, después se ríe de sí misma como siempre.

-Me llevé esto cuando ella estaba en Nueva York, fui el viernes, le dije a Sebastian que necesitaba que me prestara un libro y no sé cómo me creyó, los únicos libros que leí fueron cuando estaba en Julliard, pero esa es otra historia- Sarah se pasó una mano por la ceja, como si no se creyera sus propias palabras-. Tampoco sé cómo no vio en las cámaras o algo así que salí con una bolsa de basura. No había tenido oportunidad de traértelo- siguió explicando fugazmente, después de empezar a apretar la mejilla de Esther.

Maryssa se recargó sobre la barra de la cocina, para poder ver claramente hacia la sala; pone una sonrisita, que se asoma por encima del sartén que estaba en su barbilla.

-No soy la indicada para opinar del carácter de mi hija, pero, debo preguntar- la madre alzó la voz un tanto nerviosa, después señaló la bolsa titubeante-. ¿No se dará cuenta?- pregunta Maryssa "susurrando".

La tía bufó al instante, y no tuvo la necesidad de las palabras para que la mujer de cabello negro entendiera que estaba equivocada.

-Ares no usa lo mismo dos veces, querida- canturrás Sarah, chasqueando los dedos.

Maryssa se pone la mano en la frente fingiendo desmayarse, después niega con la cabeza para continuar con la cocina. Sarah se encoge de hombros, pues es la verdad.

Esther pone los ojos en blanco.

-Repito, esto no me queda- dice Esther en un gruñido; después, ladea la cabeza, como si hubiera resuelto su problema-. Pero podría venderlo- susurra-, es original.

-No te has medido nada, niña- sentenció Sarah-. Y te he visto la misma blusa morada cada vez que vengo desde hace unos tres meses, así que mueves el trasero que tú sí tienes, y te mides lo que quieras, gracias, puedes proceder.

La tía señalaba la puerta de Esther con insistencia, pero ella estaba sumergida en su indignación.

-¿Sí ubicas que mi hermana es como un alambre con la cintura perfecta y yo soy como un punto medio extraño con las caderas de mi mamá?- dice la chica, a lo que su mamá le dedica una bromista mirada de ofendida-. ¡Y reitero! ¡Cintura perfecta! Si hay algo que le envidio, es eso.

-¡Y el novio y a Darren!- grita Maryssa desde la cocina.

-¡Daniel, mamá!- responde Esther dando um pisotón en el suelo. Su madre solo se ríe, lo hizo a propósito.

-Cintura perfecta- imita Sarah a su sobrina antes de echarse a reír junto con Maryssa.

-Atrévete a negarlo- dijo la que en realidad era la más pequeña de los Stone Esner con un dedo acusante frente a Sarah-. Sabes cuánto mide.

Phantasy // COMPLETAWhere stories live. Discover now