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Capítulo cuarto
De la lejanía y los vínculos

-En cuanto reaccioné después de escuchar los audios de Ares, llamé mil veces a Daniel pero nunca me contestó, quizá sea su secreto, no lo sé, pero Daniel es de sueño pesado. Pesado no, pesadísimo. Me vestí, mi hermana se despertó y consecuentemente mi prima también. Me preguntaron qué pasaba y apenas podía hablar. Sentía un nudo en la garganta... que sentía que si hablaba, me echaría a llorar. "¿Por qué?" No dejaba de rondarme por la cabeza. Se los tuve que escribir. Así, a secas, 《mataron a Drake》, sentía que iba a vomitar. Mi hermana me preguntó si iría a a verla le dije que sí, salí corriendo de mi casa. Fui al apartamento donde Daniel vivía en ese entonces con su padre, literalmente lo levanté de su cama, le mandó un mensaje a su padre para que lo viera cuando se despertara diciéndole dónde estaba. Y ambos subimos a mi carcacha, conduje hasta Key Biscayne desde la otra orilla de Miami. ¿Te lo imaginas? Llegamos a su casa y nos abrió Lupita, la sirvienta, y nos dijo que "la niña" no estaba, ni Joseph. Que ambos se habían quedado con Sarah. Otra vez crucé el maldito puente de cuarenta minutos y otros quince para llegar al edificio de Sarah. Fue la locura.

-¿Carcacha...?

-Lo siento, el español se me sale a veces. Así le llamamos a los autos... en precarias condiciones.

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Ambos chicos resoplaron al mismo tiempo. Lucían cansados, ojerosos y hasta acelerados.

Y más que nada, desesperados.

-¿A qué hora es el funeral?- preguntó el que estaba al lado de la ventana, tallándose sus adormilados ojos azules con las manos, a la vez que se ponía una almohada detrás de su cabello negro.

-A las cuatro, Daniel. Lo has preguntado como tres veces- se burló el otro, al otro extremo de la chica dormida en medio de los dos, Anthony.

-Lo siento.

-Lo que vas a sentir es seguir tomándole fotos a Ares.

-No estoy haciendo nada malo.

-Te recuerdo que el novio te saca una cabeza y es un obsesivo del gimnasio.

-Sí, pero el novio es un imbécil.

Anthony sólo rodó los ojos. Estaba harto de la situación. De fingir que no se daba cuenta de las cosas, y que todos hicieran lo mismo.

ADA es cómo los seguidores de la Academia les había apodado hacía años, porque ellos tres llevaban una vida juntos. De entrada, Daniel y Ares se conocían desde el jardín de niños, desde los tres años; así como sus padres habían estado juntos en la escuela. A Anthony lo conocieron en el primer día de Belcourt, hacía diez años. Y simplemente la conexión había ocurrido.

Para todos era muy impresionante, porque hasta, si lloraba uno lloraban los tres. Se hablaban con la mirada. Para cada presentación a lo largo de la Academia tenían una química única, que se desbordaba y era casi tangible. Se entendían y conocían el uno a otro como si se tratara de lo que veían siempre al despertar.

Los tres tenían historias de vida muy diferentes. Muy caóticas. Con familias sumamente diferentes. Pero nunca importó, los tres eran su propia familia.

La familia de Ares... pues, era de difícil nombrar.

Daniel había crecido como hijo único. En una familia muy amorosa y entregada completamente a su hijo. Su padre, Garrett Gilmore era un aclamado escritor tanto de novelas como obras de teatro, así como era el profesor de literatura y filosofía en la Academia y era el responsable de escribir los guiones de cada obra y algunos cortometrajes que se presentaban en Belcourt. Mientras que su madre era ama de casa, aunque alguna vez fue fotógrafa y de vez en cuando hacía lo propio para algunas revistas. Pero nada más. También tenía un gusto extremo por la repostería y era la clase de mamá que siempre llevaba panquecitos para regalar a la Academia cada vez que tenía oportunidad. Siempre estaban juntos como familia y los domingos de ley tenían que salir. Eran una pareja muy querida por el resto de los padres.

Phantasy // COMPLETAWhere stories live. Discover now