|stigma|

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Capítulo sexto
De amar y temer

-Eran muy raros. Bueno, diré las cosas como son. Ella era muy ingenua y él muy inteligente. Ella estaba tan necesitada de amor que no lo notaba. O quizá sí, pero se aferraba.

-Era un poco obvio. Digo, lo que se pudo ver en alfombras rojas y esas cosas.

-Pues yo lo viví de cerca. Como siempre, tuvo que aprender a las malas.



《Estoy afuera》

La mezcla entre nervios, temor y emoción que las visitas y/o escapadas nocturnas la hacían sentir era su adicción. Su elixir. Lo que en esos momentos la mantenía con vida.

Porque él era su todo. Su soporte, su adrenalina, sus ganas de vivir, su hombro para llorar, el rayo de luz entre toda la oscuridad. Era la calidez en su corazón, y la fría brisa que deseaba sentir toda la mañana.

El amor de su vida, literalmente.

Lo conocía desde que nació. Él la vio nacer. Y toda su corta y mísera vida, ella había sentido lo mismo cada vez que lo veía. Su contacto le ponía nerviosa, pero también le ponía feliz. Que él le diera atención la enloquecía, que la amara tanto la hacía sentir como si no lo mereciera.

El amor de James Donnovan era su jodida fantasía, en la que se envolvía sin pensarlo, tal como Alicia cayó al país de las maravillas, Ares caía al país de su fantasía cada vez que James estaba cerca.

Porque ella estaba endiosada. ¿Cómo él fue capaz de fijarse en ella?

Ares no se consideraba ni guapa, ni inteligente, ni talentosa y tampoco se sentía plena o segura haciendo cualquier cosa. Sólo hacía las cosas porque le decían que las hiciera y cuando se le pedí ennumerase sus capacidades nombraba lo que le halagaban.

Pero tampoco era despistada, notaba que la gente se intimidaba con su presencia tanto en la Academia como en las diversas competencias a las que asistían de diversas artes. Sabía que las madres solían detestarla porque decían que sus hijos e hijas no tenían oportunidad de brillar si ella estaba ahí. Sabía que cargaba en sus hombros mucha envidia, así como una tremenda responsabilidad pues hasta niñas pequeñas le habían expresado que la admiraban o querían ser como ella.

Aunque Ares Maryssa Stone Esner se consideraba una mierda a sí misma.

Una decepción y la tragedia hecha persona. La causante de todo lo malo que le rodeaba y la culpable de que todos fueran tan infelices.

Pero cuando estaba con él, se sentía como la mejor persona del mundo. Sentía que valía la pena y le parecía increíble aún después de tantos años tener la dicha de ser la novia del aclamado y nominado al Emmy James Donnovan.

Así que ahí estaba, intentando verse presentable para él. Sentía que era lo mínimo que debía hacer.
Llevaba horas llorando, y tenía los ojos hinchados. La nariz le escuría y tenía el maquillaje corrido, por lo que tenía que maquillarse de vuelta. Cosa que si bien, no amaba hacer, ya estaba acostumbrada.

Y después venía la parte en que Ares aceptaba lo que le habían hecho creer sobre su persona: una decepción. Pero dentro de eso, era la parte que ocultaba.

Ella declaraba que su padre la odiaría de cualquier forma, fuera siendo la hija perfecta como toda su niñez intentó o haciendo cosas que en teoría, no debería hacer. Así que al entrar a la adolescencia empezó a romper las reglas un poco. O mucho.
Ya lo hacía naturalmente.

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