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—¡No tienen idea de dónde están metiendo sus sucias cabezas!— Suelta enfurecida.

—¡Maldita zorra no se calla!— Sisea dándole una cachetada. Al perder en absoluto la paciencia.

Olivia no dejaba de gritar y maldecir contra ellos cuando ya la habían dejado atada en la sucia e incómoda silla.

—¡Inyectale algo!— Demanda.

—¡Ni se te ocurra tocarme!— Amenaza Olivia moviendo sus piernas.

Pero otro golpe la sorprende haciéndola sangrar de sus labios.

—¡Vas a haber deseado estar muerta, rubia!— Sonríe con asco.

Jadea al sentir el pinchazo en su brazo para nada delicado.

—¡Ese vas a ser vos y yo voy a enterrar tu maldito y asqueroso cadáver!— Tiene que finalizar la frase al sentir que le comienza a faltar la respiración.

Olivia abre sus labios y los vuelve a cerrar cuando comienza a sentir la sustancia recorrer sus venas.

—¿Que... Que acabas de darme?— Se queja aterrada.

Su secuestrador le sonríe dejando la aguja en el suelo junto a sus pies.

Olivia siente como su respiración comienza a incrementarse y a su ves su cuerpo comienza a temblar por las sensaciones.

—¡Van a matarlos, a cada uno de ustedes y sus familias!— Amenaza con los ojos rojos por la respiración que se le estaba dificultando.

No logra escuchar la respuesta porque su cabeza cae hacia adelante comprobando que había perdido el conocimiento como ellos esperaban, pero no sabían que Olivia era alérgica a lo que le habían inyectado.

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—¿Tenemos ginebra?— Murmura ronco con los ojos levemente rojizos y entrecerrados.

Iván aprieta sus labios y asiente con un suspiro.

—¿Cuando vas a dejar que Sebastián vea tu maldita herida?— Se queja poniéndose de pie.

Habían pasado las últimas cinco horas en la habitación que sería destinada a su heredero. Iván ya no podía tolerar más que su amigo se estuviera matando de aquella manera.

—No es necesario.— Insiste cansado.

—¡Elian, basta solo mirar cómo estás!— Se acerca a su lado y lo toma de un brazo, bajo su hombro para ayudarlo a ponerse de pié.

Pero el castaño se resiste.

—¡Déjame en paz, Iván!— Murmura a causa del cansancio y la pérdida de sangre.

—Necesitas ayuda.— El mismísimo Sebastián aparece haciendo acto de presencia por el marco de la puerta.

Iván suspira con alivio.

—¡No te imaginas cuanto!— Se queja.

Sebastián toma el otro costado de Elian, y ambos lo levantan con esfuerzo, sacándolo de la habitación a rastras para poder obligarlo a qué se de un baño.

—¿Que están haciendo?— Se queja antes de perder el conocimiento.

—¡Carajos!— Iván se asusta tomando la mano de elian para poner el dedo en la cerradura de la puerta que da a su habitación.

OLIVIAHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin