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—¡Nicolás!— Olivia lo llama. —¡¿Estás listo?!— Cuestiona con una sonrisa en su rostro que se desvanece al verlo.

El pequeño de ojos azules intimidantes aparece frente a ella con su rostro completamente colorado.

—¿Que ocurre, cielo?— Se agacha a su altura.

Su hijo de cinco ocho años niega. Quitando las lágrimas de sus mejillas con la manga de su camisa recién colocada, lo que hace qué Olivia cierre los ojos por unos instantes.

Mientras qué él, no hace más que alzar su cabeza con los ojos brillosos de emoción al ver a Iván ingresando al pasillo que da a las habitaciones.

Habían pasado más de nueve años y medio del fallecimiento de Elián, y ninguno de los dos había podido dejar la casa, ni tampoco al otro.

Se había vuelto parte de una rutina de compañía absoluta, en la que sin tener que decir ni una sola palabra eran cómplices de saber que ninguno de los dos estaba solo.

Hasta el momento jamás había pasado nada sentimental, o algo que se pudiera llegar a asemejar con algo relacionado más allá de la amistad que ellos dos tenían, a pesar de que los hermanos de Olivia, seguían diciendo y pensando que algo más había entre los dos.

—¡Ey. ¿Dónde está mi cumplañero favorito?!— Cuestiona risueño.

Nicolás aprieta sus labios en una fina línea, antes de alzar la mano y esbozar una sonrisa más cariñosa hacia su persona.

Olivia se da media vuelta hacia el militar, subiendo sus hombros y observándolo con preocupación ante el hecho de que su hijo se encuentra de ese modo el día en que van a celebrar su cumpleaños, mientras que los padres de ambos, esas personas que lo habían adoptado cómo a un nieto, a pesar de que dos de ellos no lo eran, los estaban esperando afuera con una gran fiesta de por medio en el jardín que tenían en común con las cuatro propiedades.

Aquello había quedado intacto a través de los años, y tanto Olivia, cómo Iván y sus familias, no podían estar más contentos de la decisión que habían tomado de mudarse, nuevamente, a Rusia.

Significará lo que significara eso. Más para la familia Chevron.

No obstante, no había barrera que pudiera llegar a vencer el amor que le tenían a ese pequeño bebé, qué cada vez qué los miraba a los ojos les dejaba en claro a todos qué era hijo de Elian, haciendo sentir un pequeño confort en los corazones de cada uno de ellos, más en el de Iván, quién se había vuelto inseparable del mismo, a tal punto de hacer pijamadas, prácticamente una vez a la semana, teniendo una noche especial solamente para ellos dos.

Iván veía qué, a medida que iba creciendo, su personalidad se iba formando de una manera muy similar a la que tenía su mejor amigo, y le era inevitable no sentirse cada vez más apegado a él.

—¡No quiero festejar, no quiero cumplir años! ¡No entiendo porque tenemos que hacer un escándalo de un día normal!— Exclama, haciendo un gesto qué los hace enloquecer de ternura a ambos.

Olivia carraspea, y llama su atención. Aúnque, Nicolás, sigue más pegado a Iván, no habiéndose separado del todo del abrazo que se habían dado a modo de saludo.

—¿Y qué tiene de malo cumplir años, ahora?— Iván sonríe. —¡Lo venís haciendo desde hace ocho años, y siempre nos divertimos!— Agrega realajado.

Sabía que Olivia estaba empezando a angustiarse y no quería que comenzara de aquella manera la celebración del festejo de su hijo. Ya qué de por sí, era una fecha muy especial para todos, de la cuál nunca dejarían de pensar en qué sería increíble qué Elian estuviera allí junto a su familia, y viera lo que había sido capaz de crear con el poder del amor, dejando a un lado las frivolidades y los negocios, siguiendo sus instintos, avanzando a pesar de las adversidades y de que tenía a la única persona que le quedaba viva de su familia en contra.

OLIVIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora