CAPITULO 88. Te cantare toda la noche.

731 59 11
                                    

Pasaron solo unos cuantos minutos y Samuel ya no aguantó más para estar frente a la habitación de Andrea, pidiendo que lo dejara pasar.

Andrea desde adentro echaba fuego, tenía un sin fin de emociones revueltas. Por un lado estaba la rabia, de solo recordar a aquella mujer, poniendo las manos encima de su novio, por otro lado, sentía que le apretujaban el pecho pensando en el peligro al que estuvo expuesto Samuel y por otro una tremenda indignación, pues era la primera vez que Samuel le gritaba.

SAMUEL: ábreme mi amor por favor, hablemos.

ANDREA: no quiero hablar con un hombre que me grita.

Samuel se llevó las manos a la cara y mirando hacia arriba susurró Dios, esta levantada de voz me va a costar sangre.

SAMUEL: brujita por favor perdóname. Sé que no debí gritarte, pero entiéndeme un poco.

No quiero verte dijo Andrea en un sollozo, Samuel al escucharla se derritió. Así que una vez más golpeó desesperado y esta vez suplicó para que le abriera, diciéndole ábreme mi amor por favor, sé que me porte como un tonto; si quieres pégame, pero por favor ábreme, déjame estar contigo.

Andrea se negaba a abrir, así que Samuel se tiró al piso, se pegó a su puerta y empezó a cantarle... "Cuando estoy lejos de ti las estrellas no brillan, cuando estoy lejos de ti ya no da luz el sol, porque cuando estas cerca veo la vida distinta porque tú me enseñaste a vivir con amor. Cuando estoy lejos de ti todo deja de existir. Porque estas dentro mío palpitando conmigo ya no puedo vivir o morir sin tu amor y me niego a perderte si no puedo tenerte ya no hay nadie que pueda arrancarte que pueda borrarte de mí, dentro de mí. Cuando estoy lejos de ti me hacen falta tus caricias, cuando estoy lejos de ti se me nubla la razón porque si no estás aquí hay un vacío en mi pecho que no lo llena el recuerdo de tanta pasión; cuando estoy lejos de ti todo deja de existir. Ya está escrito en el destino que se crucen los caminos más allá del horizonte donde nacen corazones..."

Cuando Andrea escuchó la primera estrofa de aquella canción, no pudo aguantar más y literalmente murió de amor; aunque primero lo hizo sufrir un poquito más, así que se paró tras la puerta para escucharlo mejor y cuando la canción iba a terminar, ella abrió la puerta y lo miró, con esa dulzura que lo enloquecía, con esa magia que lo hechizaba, que lo hacía no querer irse nunca de su lado.

Samuel al verla abrir la puerta, la miró y siguió cantando, luego se fue levantando lentamente, le puso las manos en el rostro y estrelló sus labios con los de ella; luego dulcemente beso sus mejillas y le dijo perdóname mi brujita, por haberte gritado, Andrea bajó la mirada y Samuel le levantó el rostro y nuevamente le dijo me comporte como un idiota lo sé.

Andrea se arrojó a sus brazos y le dijo perdóname tu a mí, te puse en peligro, no sabes la angustia que sentí al ver que ese hombre estaba armado, eso no importa dijo Samuel jugando con el cabello de ella, yo por ti corro todos los peligros. Andrea le puso su dedo índice en los labios y le dijo cállate mi amor, no digas eso yo me muero si te llega a pasar algo.

Pues entonces nos vamos a morir los dos le dijo Samuel halándola hacia adentro de la habitación, porque yo también me muero si te pasa algo; si veo a otro siquiera cerca de ti.

Andrea rio pícaramente y le dijo entonces quiere decir que ¿Vamos a seguir repartiendo cachetadas, puños y patadas a cualquiera que se atreva a tocar lo que nos pertenece? Samuel se echó a reír y dijo al parecer si mi amor, luego dejó un tierno beso en la nariz de ella. Andrea se quedó mirándolo fijamente y le dijo Te Amo Samuel Del Junco. Y yo a ti mi Andrea Gallardo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Andrea se acercó despacio a Samuel y al oído le dijo ¿Me cantas otra vez? Samuel se estremeció al sentir la respiración de Andrea en su cuello y le dijo toda la noche mi amor.

Ella se levantó de aquel sofá abrió la puerta puso el letrero de no molestar y nuevamente corrió a su lugar favorito, que no era otro que los fuertes brazos de Samuel, el hombre que le hacía perder la razón y al cual no podía dejar de sentir suyo, Samuel una vez más la hizo suya al ritmo de la música, de los mejores versos que había podido componer en su vida, gracias a la magia de aquella mujer que con su mirada profunda y el esplendor de su sonrisa lo hacía querer desaparecer de la tierra para encontrarse en un nuevo mundo, en donde solo eran ellos dos y el verdadero y más grande amor que haya podido existir entre un hombre y una mujer...

amor sin fronterasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora