Finestrals ( Segunda parte )

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ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 4. 5
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-Un color único -murmuró Laylha , sin dejar de acariciarle el pelo y aumentando un peldaño más el nivel de alerta de los sentidos de Sophia.

-Mi chófer puede llevarte a casa si quieres. -añadió un instante después.

-No. -respondió ella, sintiéndose estúpida por no darse la vuelta para hablar. No podía moverse. Estaba paralizada. Sentía un intenso hormigueo hasta en la última célula de su cuerpo.

-Un amigo se pasará a recogerme dentro de un rato.

-¿Vendrás aquí a pintar? -preguntó Laylha. Su profunda voz resonó a escasos centímetros de su oreja derecha mientras ella permanecía con la mirada perdida a lo lejos, sin ver nada.

-Sí.

-Me gustaría que empezaras el lunes. Le diré a Jiang que te consiga una tarjeta de entrada y un código para el ascensor. Cuando vengas, tendrás el material preparado.

-No podré venir todos los días. Tengo clase, normalmente por la mañana, y trabajo de camarera varios días a la semana, desde las siete hasta que cerramos.

-Ven cuando puedas. La cuestión es que vengas.

-Vale, de acuerdᴏ. -consiguió responder Elizabeth a pesar de la presión que sentía en la garganta.

Laylha no le había retirado la mano de la espalda. ¿Podría sentir el latido de su corazón? Tenía que salir de allí. Cuanto antes. Hacía rato que había perdido el control de la situación. Se dirigió hacia el ascensor y apretó el botón sin perder un segundo. Si creía que Laylah intentaría tocarla de nuevo, estaba muy equivocada. La puerta del ascensor se abrió en silencio.

-¿Elizabeth? -la llamó mientras ella se apresuraba a entrar en el ascensor.

-¿Sí? -preguntó ella, y se dio la vuelta.

Laylah había cruzado las manos detrás de la espalda y se le había abierto la americana, dejando al descubierto un abdomen firme bajo la camisa, una cintura estrecha, la hebilla de plata del cinturón y... todo lo que había debajo de ella.

-Ahora que tienes una cierta seguridad económica, preferiría que no deambularas por las calles de Chicago a primera hora de la mañana en busca de inspiración. Nunca sabes qué puedes encontrarte. Es peligroso.

Elizabeth abrió la boca, sorprendida. Ella se acercó y apretó uno de los botones del ascensor, y las puertas se cerraron. La última visión que tuvo de ella fue el intenso brillo de sus ojos azules en un rostro que, por lo demás, permanecía impasible. Elizabeth podía oír el latido ensordecedor de su corazón.

Había pintado el lienzo hacía cuatro años. A eso se refería Laylah, a que sabía que la había visto caminando por las calles oscuras y solitarias de la ciudad en medio de la noche mientras el resto del mundo dormía en su cama, calentito y a buen recaudo.

Por aquel entonces Elizabeth no sabía quién era aquella mujer que se había convertido en su inspiración, y seguramente esa mujer tampoco se dio cuenta de que estaba siendo observada hasta que vio el cuadro, pero lo cierto era que no cabía duda de que se trataba de Laylha.

Laylah Hansen era la loba que caminaba sola. Y quería que Elizabeth lo supiera.

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Hola lectores espero que estén bien, me gustaría saber su opinión sobre esta historia y si les gustaría que subiese mas capítulos y que me apoyaran votando por esta historia...
Espero tengan un buen día, tarde, noche, según el horario en que lo hayan leído.

Gracias!

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Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now