Votre plaisir

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ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 74
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—Lo que he hecho no es malo, ¿verdad? —preguntó nerviosa, mientras ella abría el cuarto en el que, según Laylah le había dicho, recibiría los castigos más severos.

—Has puesto en peligro mi capacidad para pensar racionalmente mientras tomaba una decisión muy importante. —murmuró Laylah.

La guió hasta el interior de la estancia y cerró con llave. Se dirigieron hacia el taburete alto en el que Elizabeth ya había reparado la primera noche, el que tenía una forma extraña y estaba frente a la barra de ballet. Por delante era completamente normal, como un medio círculo, pero por la parte de atrás se metía para adentro, como si le faltara un trozo.

Laylah la dejó allí, se dirigió hacia el armario de madera y abrió uno de los cajones, mientras Elizabeth estudiaba el taburete, intrigada y más excitada por momentos. Cuando vio que Laylah se acercaba con el bote de estimulante y la pala de cuero negro, sintió que la vagina se contraía. Laylah  metió un dedo en el bote y luego le extendió la crema por el clítoris, sin dejar de mirarla fijamente.

—Te voy dar quince azotes. Te mereces más por lo que has hecho. — Elizabeth sintió que se sonrojaba, debatiéndose entre la excitación y lainsolencia.

—No me ha parecido que te quejaras. — Los labios de Laylah se tensaron al oír aquello.

—Siéntate en el taburete, de cara a la pared. —le ordenó. Elizabeth obedeció de inmediato, apoyándose en la parte frontal para evitar la media luna que le faltaba al asiento.

— Échate hacia atrás hasta que tengas el culo en el borde. Inclínate hacia delante y apoya las manos en la barra. Eso es. — Mientras esperaba sentada con el peso del cuerpo apoyado en la barra y el trasero al borde del taburete, justo sobre el trozo que faltaba, lo comprendió todo.

La crema empezaba a hacer efecto. Siguió a Laylah con la mirada a través del espejo y vio cómo se colocaba detrás de ella con la pala de cuero negro en sus manos. Oh, no. Aquella posición la dejaba con el trasero completamente expuesto y vulnerable... y a la altura perfecta para el brazo de Laylah. Zas. El intenso dolor le arrancó un grito de la garganta.

—Chis. —la arrulló Laylah, y le dio la vuelta a la pala para acariciarle el trasero con el lado peludo.

— ¿Demasiado fuerte?

—Puedo soportarlo. —respondió ella, incapaz de respirar.

Laylah la miró a los ojos a través del espejo y sonrió. Luego levantó bien el brazo y le dio otro azote, y luego otro. Esta vez utilizó la mano para aliviarle el dolor, acariciándola suavemente y apretándole las nalgas, primero una y luego la otra.

—Es una lástima que tengas un culo tan impresionante.—murmuró, sin apartar los ojos del trasero de Elizabeth.

—¿Por qué?

—Porque si no fuera tan impresionante, no tendría que castigarlo tanto. — El siguiente azote convirtió la risa de Elizabeth en un gemido. Esta vez la había golpeado en la curva inferior de las nalgas.

—Creía que me estabas castigando por haberte distraído mientras trabajabas. —le dijo, observándolo con los ojos muy abiertos, mientras Laylah se acariciaba a través de la ropa y volvía a preparar la pala.

— Au —se quejó de nuevo un segundo más tarde al sentir un golpe seco en la misma zona, la parte inferior de las nalgas, por lo visto, la preferida de Laylah.  El dolor era cada vez más intenso, pero, aun así el clítoris se estremeció de puro deseo.

—Lo siento. —murmuró Laylah, descargando la pala un poco más arriba.

— Te estoy azotando por haberme distraído, sí. Lo que quería decir es que un culo tan increíble como el tuyo está destinado a recibir muchos castigos. —dijo, con una tímida sonrisa en los labios.

Elizabeth reprimió un gemido al recibir el siguiente golpe. A través del espejo que tenía a la derecha, vio que empezaba a tener la piel de las nalgas enrojecida. De repente, Laylah se acerco a ella y deslizó su mano sobre la tela sobre su zona intima y logro meter su mano para tocar su sexo,  saco sus dedos un tanto húmedos y se los mostró a Elizabeth,  de Los acercó lentamente  para que los viera.

—Laylah. — Murmuró Elizabeth, Laylah le acerco los dedos y rozo los labios de Elizabeth causándole un escalofrío,  Ella abrió lentamente sus labios y comenzó a chupar los dedos de Laylah,  quería volver a probarla.  Laylah retiro sus dedos después de haber sido pálidos por Elizabeth.

—¿Ves a qué me refiero? —preguntó ella, y la azotó de nuevo, arrancándole el poco aire que le quedaba en los pulmones.

Elizabeth no podía apartar la mirada de Laylah, se dirigió por algo a uno de sus armarios y se acerco a ella,  lentamente se subia la falda corta que cargaba y a tientas se descubría su sexo.

— No tenía pensado follarte, pero ahora que tengo tu culo tan cerca, creo que he cambiado de opinión.

—Aaah — Exclamó Elizabeth al sentir otra vez el duro cuero de la pala. Tenía la carne al rojo vivo. Cuando vio que Laylah  se preparaba otra vez, apretó los dientes bien fuerte.

—¿Cuántos quedan? —preguntó Elizabeth, gimiendo lastimosamente.

—No lo sé. Me has vuelto a distraer.—respondió Laylah, y la azotó de nuevo.

Laylah había aumentado el ritmo de sus caricias, y ahora lo hacía con una mueca en la cara. El siguiente golpe volvió a caer sobre la curva inferior de las nalgas y provocó que la carne saliera disparada hacia arriba con la fuerza del impacto. Elizabeth oyó que Laylah maldecía entre dientes. Laylah tomo el consolador sin correas y lo lubrico para colocarse la parte que iba en su interior,  luego vertió lubricante en el consolador para que deslizará dentro de Elizabeth.

—¿Ya se ha terminado? —preguntó, decepcionada por la brusquedad de su reacción.

—No. — añadió con la voz tensa. Elizabeth la siguió con la mirada, expectante.

—Levántate.  —le ordenó, y se colocó detrás de ella.

Elizabeth obedeció. Tenía la piel de las nalgas ardiendo y el clítoris a punto de estallar, y tuvo que reprimir el impulso de acariciarse en un intento desesperado de aliviar la tensión.

— Sujetate a la barra e inclínate hacia delante. —dijo, sujetándola suavemente por la cadera. Elizabeth siguió sus instrucciones y, en cuanto estuvo bien sujeta a la barra de madera, sintió que Laylah le separaba las nalgas y se deslizaba dentro de ella.

—Estás tan mojada, tan abierta... — Masculló Laylah entre dientes, con la mirada clavada en el trasero de Elizabeth.

—Aaah —exclamó ella con los ojos desorbitados, al sentir aquella invasión, tan completa y repentina.

—Te lo dije. —  Murmuró Laylah con voz amenazadora, sujetándola por la cadera y penetrándola una y otra vez.  — Tú eres la responsable de esto, Elizabeth, y tienes que aceptar las consecuencias. Esta vez solo me voy a preocupar de mi propio placer.

Durante los minutos siguientes, Elizabeth se sintió como si el universo se derrumbara a su alrededor. La contempló boquiabierta a través del espejo, mientras la embestía una vez tras otra, tensando hasta el último músculo de su cuerpo, deslizándose dentro de ella con la precisión implacable de un pistón.

A Laylah solo le importaba su propio placer, pero ver cómo lo reclamaba, sentir la deliciosa sensación del consolador  dentro de ella, la crema para el clítoris... fue demasiado para Elizabeth. De pronto, sintió que alcanzaba el clímax y gimió descontroladamente. Laylah maldijo entre dientes, le propinó un azote en el trasero y, sujetándola con firmeza contra su cadera, se dejó llevar por su propio orgasmo.

Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now