Que faisons-nous ici?

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ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 29
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-¿El Musee de Sant Germain? -preguntó bromeando.
Elizabeth, conocía el museo de antigüedades griegas y romanas del año que había pasado en París estudiando. El museo estaba situado en uno de los pocos palacios privados que quedaban en la ciudad.

-Sí. - Se le borró la sonrisa de los labios.

-¿Lo dices en serio?

-Pues claro.-dijo ella, la viva imagen de la calma.

-Laylah, son más de las doce. El mueso está cerrado.

Aaron detuvo la limusina y unos segundos más tarde llamó a la puerta antes de abrirla desde fuera. Laylah salió del coche y la ayudó a bajarse. La calle, flanqueada por una fila de árboles a cada lado, estaba desierta y las pocas farolas que había apenas alumbraban. Elizabeth le dirigió una mirada y ella le sonrió y la tomó de la mano.

-No te preocupes, no nos quedaremos mucho rato. Tengo tantas ganas de llegar al hotel como tú. De hecho, diría que más. -añadió casi sin aliento.

La guió por la acera hacia una puerta protegida por un profundo arco de piedra y llamó. Para sorpresa de Elizabeth, unos segundos más tarde apareció un tipo elegante y con gorra.

-Señorita Hansen. -la saludó con lo que parecía ser una mezcla de placer y respeto.

Entraron y el hombre cerró la puerta tras ellas. Luego pulsó unas teclas en un panel electrónico, se oyó un sonoro clic y una lucecita verde empezó a parpadear en lo que aparentaba ser un elaborado sistema de seguridad.

- Alaine. No sabes cuánto te agradezco que me hagas este favor. -lo saludó Laylah cálidamente cuando el hombre se dio la vuelta.

Se abrazaron en aquella especie de recibidor de mármol blanco en el que estaban, mientras Elizabeth miraba a su alrededor, confundida pero al mismo tiempo intrigada. Aquella no era la entrada oficial para el público.

-Tonterías, no es nada. -dijo el hombre con un hilo de voz, como si estuvieran en una especie de misión nocturna y clandestina.

-¿Cómo está tu familia? Espero que monsieur Garrond esté bien. -dijo Laylah.

-Muy bien, gracias, aunque desde que hemos hecho reformas en el apartamento nos sentimos como dos gatos fuera de lugar. Me temo que ya somos demasiado mayores para cambiar de rutina. ¿Cómo está lord Ainsworth?

-Mi abuela dice que, desde que le operaron de la rodilla, se comporta como un oso encerrado. Claro que la tozudez es una de sus mayores cualidades. Se recupera a buen ritmo. - Alaine se echó a reír.

-Por favor, dales recuerdos de mi parte la próxima vez que los veas.

-Lo haré, pero es posible que los veas tú antes que yo. Mi abuela tiene intención de asistir a la inauguración de la exposición de Polignoto la semana que viene.

-Estamos de suerte. -dijo Alaine sonriendo, y Elizabeth no pudo evitar pensar que lo decía sinceramente.

De pronto, la mirada de Alaine se detuvo en ella, y Elizabeth intuyó claramente la inteligencia y la curiosidad de aquel desconocido.

-Elizabeth Becker, te presento a Alaine Laurent. Es el director del Saint Germain.

-Señorita Becker, bienvenida. -la saludó Alaine, Tomándola de la mano.

- La señorita Hansen me ha contado que es usted una artista con mucho talento. - Una sensación de calor le recorrió el cuerpo al darse cuenta de que Laylah había estado hablando bien de ella a sus espaldas.

-Gracias. Mi trabajo no es nada en comparación con las obras con las que usted trabaja todos los días. Disfruté mucho de la visita al Saint Germain cuando estuve estudiando en París.

-Es un lugar para la inspiración, además de para el arte y la historia, ¿no cree? -dijo Alaine sonriendo.

- Espero que la pieza que Laylah quiere mostrarle esta noche despierte en usted una inspiración realmente especial. Nos sentimos muy orgullosos de tenerla aquí, en el Saint Germain. -añadió con un aire de misterio.

- Bueno, pues las dejo solas. Lo he preparado todo, Laylah. Puedes confiar en que nadie las molestará. He mandado desconectar las cámaras del salón Fontainebleau para que puedan tener un poco de intimidad durante la visita. Si me necesitan, estaré trabajando en el ala este.

-Tranquilo, no creo que te necesitemos. Y te agradezco de nuevo la consideración que has tenido conmigo. Sé que era una petición un tanto inusual. - dijo Laylah.

-Estoy seguro de que no me lo habrías pedido si no tuvieras una razón de peso. -repuso Monsier Laurent.

-Te llamaré cuando terminemos la visita. No será muy larga. -le aseguró Laylah. Monsieur Laurent inclinó levemente la cabeza en un gesto que parecía muy natural en él y se alejó.

- Laylah, ¿qué hacemos aquí? -susurró Elizabeth, incapaz de disimular la emoción, mientras la guiaba por un pasillo en penumbra de techos abovedados, en dirección contraria a monsieur Laurent.

Laylah no respondió. A ella le costaba seguirle el paso montada en aquellos tacones de aguja.

<< ¿como puede ella andar tan tranquila con sus tacones?, bueno que use traje la mayoría de veces no define que ella camine mal en sus tacones, además no esta mal estar atrás de ella observando sus curvas como una diosa ante mí. >>

Elizabeth sonrio para si misma, se adentraron en los pasillos que conformaban las entrañas del enorme y venerable edificio hasta llegar a la zona del museo que a Elizabeth le resultaba familiar.

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Hola lectores espero que estén bien, agradezco a todas las personas que han llegado a esta parte y sinceramente pido mis disculpas si tardo en actualizar... Bueno amigos mios, ya casi llegamos a lo que todos deseamos, tengan calma ya habrá eso que se anhela, por favor si les va gustando esta historia los invito a votar para darme animos para continuar.

"No te estoy diciendo que será fácil. Te estoy diciendo que valdrá la pena." - Anónimo

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Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now