Parlons

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ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 64
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Después de hacerle el amor por segunda vez, Laylah la abrazó y hablaron como amantes, o al menos así creía Elizabeth que hablaban los amantes, teniendo en cuenta que desconocía por completo el tema. Fue una experiencia embriagadora, oír hablar de su infancia en Belford Hall, la propiedad de su abuelo en Sussex Oriental.

Le hubiese gustado preguntarle sobre la época en la que había vivido con su madre en el norte de Francia -sin duda, una experiencia opuesta al lujo y a los privilegios de la nieta de un conde-, pero no consiguió reunir el valor suficiente. Aprovechó para sacar de nuevo el tema de Bryan Legrand, pero al igual que la noche anterior, Laylah insistió en que el comportamiento de Elizabeth no había sido la causa principal de que el negocio se fuera al garete.

-Solo fue la gota que colmó el vaso -le dijo.- No sabes cómo odiaba tener que hacerle la corte para conseguir ese software. Siempre me ha parecido un tipo despreciable, incluso cuando tenía diecisiete años. Empezaba a afectarme tener que hacerle la pelota de esa manera. Llevaba semanas evitando reunirme con él en persona. -Parpadeó, como si acabara de recordar algo.

- De hecho, se supone que tenía que reunirme con él la noche en que te conocí, la noche de la fiesta en el Gothecy, y le pedí a Jiang que cancelara el encuentro. - Elizabeth sintió que el corazón le daba un vuelco al oír aquello.

-Cuando Jiang se te acercó en el Gothecy, me pareció que lo que te molestaba era tener que perder el tiempo conmigo. - Dijo Elizabeth. Laylah le acarició la barbilla.

-¿Y por qué pensaste eso?

-No lo sé. Supongo que porque pensé que tendrías cosas mejores que hacer que hablar conmigo.- Dijo Elizabeth y Laylah se echó a reír y le puso una mano en la cabeza para que la apoyara en su pecho.

-Nunca digo cosas que no siento, Elizabeth. Tenía ganas de conocerte desde el día en que vi la pintura que presentaste al concurso y supe que eras la autora de la Loba. -dijo, acortando el nombre de la pintura que colgaba de la pared en la biblioteca, en la que ella era la protagonista. Elizabeth acarició la piel de su pecho con los labios y la besó, emocionada al escuchar aquella pequeña revelación. Los dedos de Laylah se hundieron en su melena.

-Pero ¿qué harás respecto al software que necesitas para arrancar la nueva compañía? -preguntó, pasados unos segundos.

-Lo que debería haber hecho desde el principio. -respondió Laylah con decisión, masajeándole la cabeza con la punta de los dedos y provocándole un escalofrío de placer.

- Lo diseñaré yo misma. Supondrá mucho trabajo y tiempo extra, pero es el camino que debería haber seguido desde el principio, en lugar de molestarme en tratar con ese imbécil. No resulta un buen negocio tratar con gente como Legrand, jamás. Me estaba engañando a mí misma.

Siguieron conversando y Elizabeth le habló de la primera vez que tuvo claro que quería ser artista, durante unas convivencias para niños con sobrepeso, cuando tenía ocho años.

-No perdí ni un solo kilo durante el tiempo que duró el campamento, para desesperación de mis padres, pero descubrí que se me daba genial dibujar y pintar. - Murmuró, con la cabeza apoyada en el pecho de Laylah y embriagada por una intensa sensación de paz mientras ella le acariciaba el pelo.

Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now