Èvasion

3.2K 181 7
                                    

ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 18
¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥

Dos días después, Laylah Hansen miraba por la ventanilla de su limusina mientras Aaron Esquivel tomaba una calle llena de bonitas casas pareadas de ladrillo. Según uno de sus socios, Elliot Beauchene había heredado la casa que sus difuntos padres, Valentina y Fernando, tenían allí, aunque seguramente podría habérsela costeado él mismo.

La galería de arte funcionaba muy bien. Al parecer, el compañero de piso de Elizabeth tenía un gusto excelente y buen olfato para los negocios, además de un carácter tranquilo y refinado que gustaba a muchos coleccionistas y amantes del arte adinerados. Laylah también había descubierto, y con alivio, que Elliot era gay. Unos minutos más tarde Aaron detenía el coche. Ya había comprobado en primera persona que no le habían tocado nada que no debieran.

Era ella quien había puesto la mano donde no debía, añadió para sí misma , y la prueba era que, cuando el chófer le abrió la puerta, tenía el ceño fruncido. Sintió que le ardía la conciencia por milésima vez al recordar la cara de Elizabeth mientras se dirigía hacia la puerta del dormitorio.
La había seguido en silencio por el apartamento hacia la salida, deseando poder detenerla pero sabiendo, por el rictus decidido de su hermoso rostro, que era inútil, que no la escucharía. Estaba furiosa con ella por ponerla en esa situación y consigo misma por haber visto únicamente lo que le convenía ver. Sí, era consciente de su inocencia, pero no hasta tal punto.

Sabía que lo mejor era dejar que se marchara. Y que lo hiciera para siempre. Y sin embargo allí estaba. Llamó a la puerta de madera pintada de verde oscuro con una extraña sensación de resignada determinación. ¿De dónde salía aquella extraña obsesión por ella? ¿Tenía que ver con el hecho de que Elizabeth la hubiera cogido desprevenida y pintado en su cuadro, años atrás?
La Posesión de Elizabeth había sido una posesión breve pero intensa. Ahora era ella quien quería castigarla y poseerla para devolvérsela, para hacerle pagar tan inocente infracción. Sabía por la señora Morrison que Elizabeth no había vuelto al ático a pintar.

Que la evitara de aquella manera la ponía furiosa aunque fuera de forma irracional, y es que la lógica no parecía ayudarla a controlar sus emociones. Mientras llamaba por segunda vez, todavía no había decidido si estaba allí para disculparse con Elizabeth y asegurarle que nunca más volvería a molestarla con sus atenciones, o si quería convencerla a toda costa para que la dejara tocarla otra vez.

El peso de la incertidumbre, tan rara en ella, le estaba afectando de tal manera que incluso Jiang, que solía actuar como un bálsamo calmante en sus momentos de peor humor, se mantenía alejada de su camino como si se tratara de un huracán de categoría cinco.

La puerta principal se abrió y al otro lado apareció un hombre de cabello castaño y mediana estatura, que le dedicó una mirada sombría. Laylah sabía que tenía veintiocho años, pero parecía mucho más joven. Seguramente acababa de llegar de la galería, porque iba vestido con un traje gris oscuro.

-He venido a ver a Elizabeth.-le informó Laylah. Elliot miró ansioso hacia el interior de la casa, pero luego asintió, dio un paso atrás a modo de invitación y la guió hasta una sala de estar decorada con mucho gusto.

-Ponte cómoda. Voy a ver si Elizabeth está en casa. -dijo Elliot.Laylah asintió y se desabrochó la chaqueta antes de sentarse.

Para entretenerse, tomo un catálogo del cojín que tenía junto a ella y prestó atención a los sonidos de la casa; no le pareció distinguir pisadas en la escalera. Las páginas del catálogo estaban dobladas, como si alguien hubiera estado estudiándolo recientemente. Era una relación de cuadros que saldrían a la venta en breve en una casa de subastas local. Elliot apareció de nuevo en el salón un minuto más tarde. Laylah levantó la mirada y dejó el catálogo a un lado.

-Dice que está ocupada.-dijo Elliot, y no parecía muy cómodo en su papel de mensajero. Laylah asintió lentamente. Era lo que esperaba.

-¿Me harías el favor de decirle que aguardaré hasta que no esté ocupada? Laylah tragó saliva y suspiro de una forma triste.

Elliot volvió a salir de la estancia sin decir una sola palabra y regresó un minuto después, aún sin Elizabeth y con un gesto de disculpa en la cara. Laylah le sonrió y se puso en pie.

-No es culpa tuya.-dijo, y le ofreció la mano.

-Por cierto, soy Laylah Hansen. No hemos sido debidamente presentados.

-Elliot Beauchene. -respondió estrechándole la mano.

-¿Te importa sentarte conmigo mientras espero?

preguntó Laylah. Elliot parecía un tanto perplejo ante la idea de que Laylah se quedara, pero era demasiado educado para decir nada al respecto. Se sentó en una silla al otro lado de la mesita de café.

-Entiendo por qué está molesta conmigo.-dijo Laylah, cruzando las piernas y cogiendo de nuevo el catálogo.

-No está molesta. Laylah levantó la mirada al oír las palabras de Elliot.

-Está furiosa. Y dolida. Nunca la había visto así. Laylah se quedó inmóvil, esperando a que el pinchazo que le había provocado la sinceridad de Elliot se desvaneciera. Durante unos segundos, ambos permanecieron en silencio.

-La traté de una manera indebida. -admitió Laylah finalmente.

-Pues entonces deberías sentirte avergonzada.

Replicó Elliot, y la ira resonó en su voz tranquila. Laylah recordó que ella misma les había dicho algo parecido a Elliot y a los otros dos compañeros de piso de Elizabeth la noche del estudio de tatuajes.

-Y lo estoy. -dijo Laylah. Escuchó con atención sus pensamientos y enseguida cerró los ojos al descubrir que le hablaban de la frescura de Elizabeth la otra noche, de su dulzura.

━▣━━◤◢━━▣━[ ]━━▣━━◤◢━━▣━

Hola lectores espero que estén bien, me gustaría saber su opinión sobre esta historia y si les gustaría que subiese mas capítulos y que me apoyaran votando por esta historia...
Espero tengan un buen día, tarde, noche, según el horario en que lo hayan leído.

Gracias!

࿇ ══━✥◈✥━━══ ࿇

Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now