Brûlant à l'intérieur

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ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 46
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Laylah se detuvo al notar su reacción ante la crema.

-Conozco a un médico en Chicago especializado en medicina china que es quien me recomendó este estimulante. Antes de conocerte, nunca lo había utilizado con nadie. -le explicó, y sus labios generosos dibujaron una tímida sonrisa.

Dio un paso hacia ella y Elizabeth contuvo la respiración, consciente de lo que estaba a punto de pasar. Laylah le metió el dedo entre los pliegues de su sexo y le cubrió el clítoris con el estimulante, y ella se mordió el labio para reprimir un gemido. Quizá no era más que su imaginación, pero ya estaba ardiendo por dentro. Laylah apartó la mano para coger el objeto con correas blancas, sin que Elizabeth se perdiera un solo detalle. De ella salía un fino cable que acababa en una pequeña consola de mandos.

-¿Qué es eso? -preguntó, un tanto alarmada.

-Algo diseñado únicamente para tu placer, preciosa. No tengas miedo. - respondió Laylah mientras se acercaba.

- Es un vibrador con manos libres.-explicó, colocándole las correas alrededor de la cadera y ajustándolas.

Elizabeth observó con fascinación, y también un poco excitada, mientras Laylah le colocaba una pieza gelatinosa y dentada entre los labios y el clítoris y dejaba la consola al borde de la cama.

- No me gusta que estés incómoda, pero como no tienes experiencia, la primera lección podría ser... un poco complicada, al menos hasta que te acostumbres. Quiero que tú también sientas placer mientras descubres mi cuerpo. Así será más fácil para ti. Eso espero. - Dijo Laylah.

-No te entiendo. -dijo Elizabeth, mientras ella terminaba de ajustar las correas y se apartaba para admirar el resultado de sus esfuerzos.

Era como llevar unas bragas un tanto peculiares con el pequeño vibrador entre los labios. Ya podía sentir la sensación de hormigueo entre las piernas por la leve presión y por la crema estimulante, y eso que Laylah todavía no había encendido el aparato. La observó durante unos segundos con gesto serio, y ella notó que se le ponían duros los pezones al sentir la mirada de Laylah sobre los pechos.

-Soy un poco exigente cuando se trata de Cunilingus.

-Ah. -Respondió Elizabeth, incapaz de pensar en nada más que decir. Por la forma de hablar de Laylah, parecía que se estaba disculpando.

-Nunca he enseñado a hacer esto a ninguna mujer y sospecho que probablemente sea un desastre, pero quiero que sepas que he pensado mucho en ello.

-¿Qué quieres decir? -Elizabeth estaba cada vez más confundida. Ni siquiera sabía si estaban hablando de lo mismo. Laylah había pronunciado la palabra cunilingus, o eso creía ella, pero aun así...

-Yo no puedo evitar ser exigente, y dudo que lo consiguiera aunque pusiera todo mi empeño en ello, teniendo en cuenta la atracción que siento hacia ti. - Dijo Laylah y Elizabeth notó que se le encendían las mejillas. A veces, Laylah le decía cosas preciosas sin ser consciente del efecto que tenían en ella.

-Por otra parte, entiendo que la forma en que una mujer es introducida en la práctica del sexo oral provoca un impacto tan importante en ella que seguramente determina si, a la larga, acabará disfrutando de la experiencia o no, así que he tenido que pensar mucho en ello. - Dijo Laylah.

-Ya veo.-susurró Elizabeth.

No podía creer que estuvieran teniendo aquella conversación. Nunca se había parado a pensar en la mecánica del proceso. La miró a los ojos y descubrió que ella estaba estudiando su rostro.

-Te estoy confundiendo. - Dijo, y suspiró.
- Como he dicho antes, no quiero que tengas miedo, sobre todo porque llevo fantaseando con este momento desde el primer día en que te vi. Querré que lo hagas a menudo, Elizabeth, y preferiría que fuera satisfactorio para las dos.- Elizabeth se puso colorada, incapaz de controlar sus reacciones. Sintió el cosquilleo de la crema entre las piernas y el calor que emanaba su clítoris.

-De acuerdo.- Dijo, y ella le acarició la mejilla.

-Ponte de rodillas. -le ordenó Laylah.

Como todavía tenía las manos atadas detrás de la espalda, la sujetó por los hombros mientras ella se arrodillaba. Elizabeth levantó la mirada y tragó saliva. Tenía la cara justo delante de la entrepierna de Laylah. La miró fijamente, como hipnotizada, mientras ella se quitaba lentamente las bragas de cuero que llevaba, deslizándose con suavidad hasta que estas cayeron y su sexo quedo expuesto. De pronto, Elizabeth estaba a escasos centímetros del sexo de Laylah.

Era evidente que estaba excitada porque se veía un poco de humedad entre sus labios. Era una visión hermosa. Elizabeth se pasó la lengua por los labios mientras estudiaba el cuerpo de laylah preguntándose como iba a darle placer a aquella mujer que la había complacido bien en los últimos días.

-¿Para esto también tienes que estar vestida? -le preguntó, buscando su mirada con los ojos muy abiertos.

Verla allí, frente a ella, tan alta y autoritaria, con el sexo asomandose a sus labios, le provocó un escalofrío que le recorrió la espalda. Era una visión intimidante... e intensamente erótica.

-Sí. ¿Estás preparada para empezar? - Bajo su mano y comenzó a acariciarse el pubis suavemente deslizando sus dedos por sus labios tocándose, mientras ella observaba la escena.

-Otro día te enseñaré a utilizar la mano y la boca al mismo tiempo. Hoy solo te acostumbrarás a tenerme en la boca. -dijo. Elizabeth se quedó petrificada al ver que Laylah daba un paso hacia ella y le acariciaba los labios con la punta del pubis.

- No te muevas. -le ordenó, al ver que hacía el ademán de apartarse.

Elizabeth permaneció inmóvil mientras ella lentamente se rozaba sobre su boca. Sintió el olor de su cuerpo... una mezcla entre su aroma y algo más. Se le contrajo la vagina y no pudo reprimir un suave gemido. Laylah pego su pubis totalmente en la boca de Elizabeth. Incapaz de contenerse, Elizabeth sacó la lengua y la acarició.

-Elizabeth. - La advirtió Laylah, deteniendo el acercamiento haciendo retroceder su rostro un poco con la mano izquierda sobre su cabeza. Ella levantó la mirada, nerviosa, y se encontró con el ceño fruncido de ella.

-Me he vuelto a olvidar de la venda. - Le pareció que murmuraba entre dientes. - Separa más los labios. - Elizabeth los abrió tanto como pudo y Laylah se acomodo para que rozará sus labios la lengua de Elizabeth.

-Sí. - Apartó la mano y a Elizabeth se le hacía tentativa la vista, podía sentir un cosquilleo de excitación en los labios.

-¡Ah! -exclamó de repente, dando un bote.

Laylah había encendido el vibrador, que empezó a vibrar entre los labios y el clítoris de Elizabeth.
Ella levantó la mirada, sorprendida por aquella oleada de placer tan inesperada, y Laylah la observó con detenimiento. Elizabeth sintió una oleada de intenso calor en el pecho, los labios y las mejillas. Era una sensación increíble. Laylah gruñó satisfecha y comenzó a moverse en los labios de aquella mujer que estaba frente a ella.

Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now