JiChu

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ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 76
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Laylah le hizo señales para que entrara en un aparcamiento subterráneo cerca de Millennium Park, de donde salieron a pie un par de minutos más tarde para tomar Monroe Street, entre el Art Institute y el Millennium Park. Las nubes se habían dispersado, dejando tras de sí una noche fría y despejada.

-¿Adónde vamos? -preguntó Elizabeth, sonriendo de oreja a oreja, y con un mechón de su hermoso cabello rubio cobrizo acariciándole la mejilla. Laylah se lo pasó por detrás de la oreja y la cogió de la mano.

-He pensado que podríamos salir a cenar. - Dijo Laylah.

-Genial. - Respondió Elizabeth. Aquel entusiasmo tan sincero la hacía todavía más adorable. Laylah tuvo que esforzarse para apartar la mirada de ella.

-Llevas muy bien la moto. -continuó Elizabeth.- Se te ve muy natural encima de ella. ¿Cuántos años tenías la primera vez que te montaste en una?

-Once, creo. -respondió Laylah, entornando los ojos mientras intentaba recordar.

-¡Qué pequeña! - Laylah asintió.

-Cuando llegué a Inglaterra por primera vez, desde Francia, la transición se me hizo muy dura. Para mí todo era nuevo: el entorno, la forma de vida, las costumbres... Mi madre no estaba.-explicó, con los labios apretados dibujando una fina línea.

-Me costó acostumbrarme. Tengo un primo bastante mayor que yo al que siempre he llamado tío. Pues bien, este primo, el tío Gerard, descubrió que me encantaban los motores. Un día encontré una vieja moto en el garaje de su casa, que estaba cerca de la de mis abuelos, y le supliqué que me dejara arreglarla. Y así es como empezó mi historia de amor con las motos. Mi abuelo me ayudaba y pronto empecé a crear un vínculo afectivo con él y con el tío Gerard. - Dijo Laylah.

-¿Y empezaste a salir del cascarón? -preguntó Elizabeth, estudiando su expresión detenidamente mientras caminaban.

-Sí. Un poco. - Al llegar a la avenida Michigan, oyeron música a lo lejos y vieron grupos de personas dirigiéndose hacia el parque.

-Oh, esta noche es el concierto de las Blackdiosas en el Millennium Park. Seguro que Ethan y Christopher están entre el público. -dijo Elizabeth.

-¿Blackdiosas? - Pregunto Laylah. Elizabeth la miró sorprendida. - Sí Las Pink, bueno les digo así proque son hermosas...

Laylah se encogió de hombros; se sentía un poco ridícula, aunque sabía que su expresión no la delataría. Por cómo la miraba Elizabeth, era evidente que debería saber quiénes eran las Blackdiosas. Posó la mirada en los labios rosados de Elizabeth y enseguida se le pasó la vergüenza.

-¿Cómo puede ser que no conozcas a Blackpink? Para mucha gente joven, tú eres un modelo a seguir, y sin embargo es como si... -Sacudió la cabeza y su risa sonó triste e incrédula al mismo tiempo. - Como si hubieras salido de la barriga de tu madre con el traje puesto y el maletín en la mano.

Aquello le dolió. A Laylah le habría encantado tener una infancia -y una juventud- de verdad, llena de tardes de verano interminables sin nada por lo que preocuparse; le habría gustado tener unos padres sobreprotectores con los que discutir continuamente, aunque en realidad los quisiera con locura porque siempre estaban cuando los necesitaba, y una novia como Elizabeth con la que escaparse para ir a un concierto en el parque.

-¿Qué haces? -preguntó Elizabeth cuando le vio sacar el teléfono móvil del bolsillo de la chaqueta.

-Llamar a Jiang para que se ocupe de conseguirnos unas entradas para la zona numerada. - Dijo Laylah.

Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now