Impatient

2K 127 4
                                    

ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 58
¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥

Laylah permaneció en silencio durante todo el camino de regreso al ático, sentada junto a ella en la parte trasera de la limusina. Elizabeth intentó mantener viva la conversación, con la esperanza de que Legrand no confundiera el silencio de Laylah con un acceso de mal humor. ¿No había sido ella quien le había pedido que asistiera a la cena precisamente para ganarse a Legrand de cara a la recta final delas negociaciones? Ella había cumplido, ¿no? Legrand se lo había pasado en grande y parecía impaciente por firmar sobre la línea de puntos.

Quizá demasiado impaciente, pensó Elizabeth cuando llegaron al apartamento de Laylah, y vio que Legrand apartaba a Aaron de un empujón para ayudarla a bajarse de la limusina. Le rodeó la cintura con una mano y luego la deslizó hacia abajo hasta acariciarle el trasero. Elizabeth se sobresaltó y enseguida se apartó de él, repelida por el contacto de su mano. Miró por encima del hombro y se topó con la gélida mirada de los ojos de Laylah, que salía de la limusina. Mierda. Se había dado cuenta.

Permaneció en silencio mientras subían en el ascensor hasta el apartamento. Ahora que el efecto embriagador del champán había empezado a desvanecerse, de pronto era consciente de lo estúpido de su comportamiento durante toda la noche. Laylah se mostraba educada pero silenciosa -tal vez porque estaba furiosa con ella; siempre era difícil interpretar aquella expresión suya tan estoica-, mientras Legrand no dejaba de parlotear, ajeno al peligroso humor de Laylah y a los reproches de Elizabeth.

- Los dejaré solos para que puedan hablar de negocios.-dijo Elizabeth cuando llegaron a la entrada del ático.

- Encantada de conocerte, Bryan. - Legrand le agarró la mano y la sujetó entre las suyas.

-No, tienes que tomar una última copa con nosotros. Insisto.

-Y yo insisto en que no puedo. -respondió ella, tratando de mostrarse amable pero firme al mismo tiempo.

- Mañana me espera un día muy largo en la facultad, Buenas noches. -se despidió, y se dirigió hacia el dormitorio de Laylah. De repente, se moría de ganas de quitarse aquel vestido.

<< Pero no, eso es... >>

-Espérame despierta. -dijo Laylah con su acento británico y su voz autoritaria, atajando las protestas de Legrand con la precisión de un estoque.

Elizabeth sintió otro acceso de rebeldía al percibir un destello en los ojos de Laylah. ¿Cómo se atrevía a hablarle así delante de otras personas? Irguió la cabeza, pero luego recordó la frivolidad de su comportamiento en el restaurante. Qué estúpida había sido. Miró a Legrand, que parecía ofendido. ¿Sería por su culpa o por la forma en que Laylah acababa de hacerlo callar? Asintió mirando a Laylah, dio media vuelta y se dirigió hacia el pasillo. Podía sentir el miedo corriendo por sus venas. Había intentado devolvérsela a Laylah pero quizá había ido demasiado lejos.

Seguro que estaba furiosa por la forma en que ella se había comportado en la cena, diciendo estupideces y tonteando con Legrand. Pero es que ella se lo había ganado, pensó Elizabeth, incapaz de controlar los nervios, mientras comprobaba los mensajes en el móvil. No podía permitir que se pasara el día controlando su vida. Se dirigió hacia el lavabo de la suite de Laylah para quitarse las preciosas horquillas de diamantes, mientras intentaba convencerse de que había hecho bien al desafiarla con tanta sutilidad.

Laylah había ignorado su opinión con respecto al tema de la ropa... Y encima luego la había llevado a una cena con la intención de que engatusara a su presa utilizando sus encantos femeninos. ¿Cómo se atrevía a cosificarla de aquella manera? Bueno, pues al menos se cuidaría muy mucho de no volver a manipularla en el futuro, pensó inquieta, con desprecio, mientras intentaba bajar la cremallera del vestido.

De pronto, se oyó un golpe seco a lo lejos. Elizabeth se quedó inmóvil. ¿Qué había sido eso? Vaciló un instante, sin saber si volver al salón y comprobar cómo estaba Laylah. Parecía que alguien se hubiera desplomado en el suelo. Unos segundos más tarde, sintió que el corazón le daba un vuelco al oír la puerta de la suite abriéndose y cerrándose de un portazo, y luego el sonido inconfundible de la cerradura. Miró por encima del hombro y vio a Laylah a través de la puerta abierta del lavabo.

-No te quites el vestido. -dijo ella. Su voz era como acero helado. Elizabeth se dio cuenta de que aún tenía las manos detrás de la espalda, a punto de bajarse la cremallera.

-Ven aquí. - Llevaba la chaqueta desabrochada, tenía los músculos tensos y la expresión rígida. Los ojos de Elizabeth se detuvieron en el cuerpo sensual de Laylah y el corazón empezó a latirle a toda prisa dentro del pecho.

-¿Ya se ha ido Bryan? -preguntó mientras salía del lavabo, con voz temblorosa.

-Sí. Para siempre. - Elizabeth se detuvo a unos pasos de ella.

-¿Por qué dices que "para siempre"? ¿Porque te ha vendido la empresa y no volverás a verlo más?

-No. Porque le he dicho que se puede meter su empresa por donde le quepa. - Elizabeth parpadeó incrédula, convencida de que no le había entendido bien por culpa de su marcado acento. Pero entonces reparó en la mirada casi felina de los ojos de Laylah y abrió bien los suyos.

-Laylah, no habrás... Pero si querías ese software para tu empresa a toda costa. Con lo mucho que has trabajado para conseguir el acuerdo... -Sintió un nudo en el estómago de puro miedo.

- Dios, no. No le habrás dicho a Bryan Legrand que se meta su empresa por donde le quepa por culpa de mi comportamiento durante la cena, ¿a que no?

-Le he dicho a Bryan Legrand que se fuera a la mierda y lo he sacado a patadas de mi casa porque no puedo soportar a ese cerdo asqueroso.- Respondió Laylah con los dientes apretados mientras se acercaba a ella.

Elizabeth levantó la mirada y vio la furia y el calor que desprendían sus ojos. Parecía tan alterada que ella estuvo a punto de echarse hacia atrás, pero Laylah la detuvo sujetándola por la muñeca.

- Y también porque ha tenido los cojones de pedirme una cosa más a cambio de su firma.

-¿Qué cosa?

-Tú. -Laylah ignoró su exclamación de sorpresa.

- No ha sido tan egoísta como parece. Me ha dicho que podía quedarme a mirar mientras sellaba el trato entre tus piernas. - Elizabeth se cubrió la boca con las manos. -Palabras textuales de Bryan, Elizabeth, no mías.

La miró fijamente, sin dar crédito a lo que acababa de oír y poniéndose más nerviosa por momentos. No podía creerse que Bryan Legrand fuera un ser tan despreciable. Y sin embargo... si no se hubiera pasado la noche tonteando con él, intentando desafiar a Laylah, Legrand no se habría comportado como lo había hecho e Laylah tendría su software. Al pensarlo, se le llenaron los ojos de lágrimas. Dios, no. Lo había estropeado todo. Estaba claro que Laylah se merecía una pequeña reprimenda por la arrogancia con que la había tratado, pero no hasta ese punto.

Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now