Il est parti

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ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 18.5
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El recuerdo de su sexo se le había incrustado en el cerebro como un virus y se volvía más vívido cada vez que intentaba deshacerse de el: el vello sedoso y cobrizo asomando entre sus tersos y pálidos muslos; los labios, generosos y tiernos; la entrada a la vagina más prieta y perfecta que jamás hubiera tocado. Recordaba cómo la había azotado y cuánto había disfrutado haciéndolo... Y ella también.

-Desgraciadamente -continuó-, la vergüenza no bastó para mantenerme alejada de ella, y empiezo a pensar que nada habría conseguido hacerlo. Elliot parecía sorprendido. Carraspeó y se puso en pie.

-Creo que voy a ir a ver qué tal va Elizabeth con el... proyecto en el que está trabajando.
-No te molestes. Ya no está aquí. -murmuró Laylah. Elliot, que no daba crédito a lo que acababa de oír, se detuvo junto a la silla de Laylah.

-¿Qué quieres decir?

-Se ha escapado por la puerta trasera hará unos veinte minutos, si no estoy equivocada.-respondió Laylah, ausente, mientras pasaba las páginas del catálogo. Aprovechó el aparente desconcierto de Elliot para sostenerlo en alto.

-

¿Es tuyo? - Elliot asintió.

-Ya veo lo que has estado mirando. ¿Cuándo lo pintó Elizabeth? Elliot parpadeó y consiguió serenarse.

-Hace unos dos años. Lo vendí en Beauchene el año pasado y me emocioné al ver que volvía al mercado en esa subasta estatal. Me gustaría recuperarlo, venderlo por el precio que la pieza merece y darle a Elizabeth los beneficios extra. -Frunció el ceño.

-En estos últimos años, ha tenido que vender muchos de sus cuadros y siempre a cambio de prácticamente nada. Cuando pienso qué habrá sido de un par de los que se deshizo antes de que nos conociéramos... Cuando todavía no éramos amigos, Elizabeth se pasó muchos años viviendo al día.

- Quizá no he podido vender su obra al precio que merece, debido a que es relativamente desconocida, pero al menos le conseguí más que el precio de una bolsa del supermercado. -Señaló el catálogo con la cabeza.

-Si logro hacerme con esa pieza en particular, estoy seguro de que podré venderla por muy buen precio. Elizabeth está empezando a labrarse un nombre en los círculos artísticos. Estoy convencido de que el premio que ganó en tu empresa y el reconocimiento que ha obtenido por ello la han ayudado mucho. Laylah se levantó y se abrochó los botones de la americana.

-Y yo estoy segura de que tu ayuda con su trabajo también. Has sido un buen amigo para ella. ¿Tienes una tarjeta? Hay algo de lo que me gustaría que habláramos, pero ahora mismo llego tarde a una reunión. Al principio, Elliot parecía indeciso, pero luego se llevó una mano al bolsillo con el gesto de quien tiene que confesar algo grave a la persona a la que quiere.

-Gracias. -dijo Laylah, y tomó la tarjeta.

-Elizabeth es una persona maravillosa. Creo... creo que lo mejor sería que te mantuvieras alejada de ella. Laylah estudió la expresión ansiosa aunque decidida de Elliot durante unos segundos con los ojos entornados.

Elliot, incómodo, apartó la mirada. El amigo de Elizabeth veía mucho más con aquellos ojos dulces de lo que seguramente les contaba a sus clientes forrados de billetes. Al compararse, Laylah se sintió incómoda consigo misma por su falta de decencia.

-Sin duda tienes toda la razón -le dijo mientras se dirigía hacia la puerta principal, incapaz de disimular una nota de resignación en la voz.

-Y si fuera una mejor mujer, seguiría tu consejo.- Laylah giro el pomo de la puerta y abrió lentamente la puerta.

- Ten un buen día Elliot. -abrió totalmente la puerta y salió dejando a Elliot pensativo.

Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now