Elle est Anne

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ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 79
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-La doctora Estrada dice que vendrá a buscarla personalmente. -le dijo la recepcionista, después de colgar el teléfono. - ¿Le apetece tomar algo mientras espera?

-No, gracias. -respondió Elizabeth. Estaba tan nerviosa que no sabía si sería capaz de mantener algo en el estómago.

- Esperaré allí. -dijo, señalando hacia la zona de espera que tenía detrás.

La recepcionista asintió cordialmente y regresó a lo que estaba haciendo. Pasaron cinco minutos hasta que la doctora Estrada apareció en la recepción, cinco largos y tortuosos minutos. Elizabeth la reconoció de inmediato y se levantó de la silla de un salto como si tuviera un resorte. La doctora llevaba una bata blanca y un sofisticado vestido verde oscuro debajo, y junto a ella avanzaba otra mujer, ataviada con ropa más informal pero de un gusto y una calidad parecidos. Elizabeth tuvo la sensación de que, aunque la acompañante de la doctora Estrada era mayor -de unos setenta, quizá-, estaba llena de una energía contagiosa.

-¿Elizabeth Becker? -preguntó la Doctora Estrada al acercarse. Le ofreció una mano y Elizabeth se la estrechó.

-Sí, siento haberme presentado sin avisar, pero...

-Los amigos de Laylah siempre son bien recibidos. -El tono de la mujer era cercano, pero en su rostro había algo curiosidad o tal vez sorpresa, que oscurecía sus hermosos rasgos.

-¿Conoce a la abuela de Laylah? Elizabeth Becker,
la condesa Ainsworth, Anne Hansen.

Elizabeth miró atónita a la atractiva señora mayor y por un momento se preguntó si tenía que saludarla con una reverencia. No quería quedar en evidencia delante de ella; seguro que había un protocolo para esas ocasiones que ella desconocía. Afortunadamente, la condesa se percató de su incomodidad antes de que empezara a tartamudear como una estúpida.

-Por favor, llámame Anne. -se presentó la abuela de Laylah, y le tendió la mano. Elizabeth la miró a los ojos e inmediatamente recordó los de Laylah: azul cobalto, incisivos, llenos de vida.

- Supongo que he venido al sitio indicado. -murmuró Elizabeth mientras estrechaba la suave mano de Anne.

-¿No estabas segura?

-No, no mucho. Estaba... buscando a Laylah.

-Por supuesto. - Dijo Anne como si ya lo supiera, confundiendo aún más a Elizabeth.

- Ha mencionado tu nombre alguna vez, aunque no me dijo que pensabas venir a Londres. Laylah ha salido a pasear por los jardines, así que he venido yo a recibirte en su nombre.

-Entonces, ¿Laylah está aquí? -preguntó Elizabeth, incapaz de disimular la sorpresa.
Anne y la doctora Estrada intercambiaron una mirada.

-¿Es que no lo sabías? -preguntó Anne. Elizabeth negó con la cabeza, y una sensación de tristeza se apoderó de ella.

-Pero sí sabes que mi hija está aquí, imagino.

-¿Su... hija? -preguntó Elizabeth, sintiendo que la cabeza le daba vueltas.

De pronto entraba demasiada luz por la entrada acristalada y lo cubría todo de un brillo irreal. ¿No le había dicho la señora Morrison que los abuelos de Laylah solo habían tenido una hija?

-Sí, mi hija, Helen. La madre de Laylah. Laylah está hablando con ella ahora mismo. Gracias al duro trabajo de Gabriella y del Instituto.-Anne miró a la doctora y sonrió.

- Helen está pasando por una etapa increíblemente lúcida. James, Laylah y yo estamos muy emocionados.

-Debemos ir poco a poco... Una hora, como mucho. -advirtió la doctora Estrada.Las dos mujeres miraron a Elizabeth. Anne se acercó a ella y la sujetó por el codo.

-Estás muy pálida, querida. Será mejor que llevemos a esta jovencita a algún sitio donde pueda sentarse cómodamente, ¿no cree, doctora Estrada?

-Desde luego. Vayamos a mi oficina. Tengo zumo de naranja. Quizá sus niveles de azúcar son un poco bajos. ¿Quiere que le pida algo para comer?

-No... no, estoy bien. ¿La madre de Laylah está viva? -exclamó Elizabeth, incapaz de pensar en nada que no fuera eso. Una sombra cruzó el rostro de Anne.

-Sí, al menos hoy sí.

-Pero la señora Morrison... me dijo que la madre de Laylah murió hace muchos años. -Anne suspiró.

-Sí, eso es lo que cree Eleanor. - Elizabeth estaba tan desconcertada que necesitó unos segundos para caer en la cuenta de que Eleanor era el nombre de pila de la señora Morrison.

- Cuando Helen volvió a Inglaterra, James y yo pensamos que así sería... ¿mejor? ¿Más fácil? -musitó Anne, con una tristeza infinita en los ojos mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas para explicar una decisión que se remontaba décadas atrás y que había sido tomada en un momento de ansiedad y de mucho dolor.

- Pensamos que sería mejor que quienes habían conocido a Helen antes de que enfermara la recordaran tal y como era antes de que ese maldito trastorno cayera sobre ella y se llevara su identidad... su alma. Quizá no actuamos bien. O sí. Laylah no estuvo de acuerdo con nuestra decisión.

-Bueno... Solo tenía diez años cuando Helen regresó a Inglaterra, ¿verdad? -preguntó Elizabeth.

-Casi, -respondió Anne.- pero no le dijimos que su madre estaba viva e ingresada en una institución en Sussex Oriental hasta que cumplió los veinte y tuvo la edad suficiente para entender que habíamos tomado aquella decisión para protegerla. Laylah, como casi todos los demás, creía que su madre estaba muerta. - De repente se hizo el silencio.

- Laylah debió de ponerse hecha una furia al saberlo. -dijo Elizabeth, antes de darse cuenta de lo que estaba diciendo.

-Oh, por supuesto. -respondió Anne, sin que le afectara lo más mínimo la extrema sinceridad de Elizabeth.

- No fue una buena época para Laylah, ni para James ni para mí. Se pasó un año sin hablarnos, mientras estudiaba en Estados Unidos. Gracias a Dios, al final conseguimos encontrar un punto intermedio y recuperar la relación. -Anne hizo un gesto con la mano, abarcando la elegante entrada del centro.

- Y entonces fue cuando Laylah mandó construir todo esto y los tres empezamos a trabajar codo con codo en el proyecto. El instituto es el lugar donde hemos recuperado la relación con nuestro nieto, además de con Helen. - explicó, sonriéndole de nuevo a la Estrada, a pesar de que su mirada seguía destilando tristeza. De pronto, Anne se animó y sujetó a Elizabeth por el codo para obligarla a caminar a su lado.

-Veo que las noticias te han sorprendido. Creo que sería mejor que fuera la propia Laylah quien te explicara los detalles, teniendo en cuenta lo... inusual de las circunstancias.

-Laylah y Helen irán al salón de las mañanas después del paseo. -intervino la doctora Estrada dirigiéndose a Anne.

-Pues entonces ahí es adonde debemos ir.-Le dijo Anne a Elizabeth mientras se dirigían hacia la zona de ascensores, como si de pronto hubiera recuperado todas sus energías.

- James está allí. Te presentaré al abuelo de Laylah.

Elizabeth siguió a Anne, demasiado conmocionada como para llevarle la contraria. Así que Helen Hansen estaba viva y al parecer recibía tratamiento en aquel mismo centro... Pensó en Laylah y sintió que el corazón le daba un vuelco. Tomaron el ascensor y bajaron una planta. Cuando se abrieron las puertas, la doctora Estrada dijo que tenía que volver al laboratorio y se despidió de ellas.

Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now