Dans la voiture

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ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 44.5
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Laylah abrió la boca para cubrir con ella todo el sexo de Elizabeth, que no pudo reprimir un quejido. Estaba caliente y húmeda, y la sensación era increíblemente excitante. Le acarició el clítoris con los labios describiendo movimientos lentos y eróticos, presionándolo con delicadeza, y luego separó los labios externos con la lengua. Cambió de posición para hundir aún más la cara en el sexo de Elizabeth, esta vez aplicando más fuerza que la noche anterior, frotándolo, describiendo círculos a su alrededor, presionándolo sin piedad hasta que ella no pudo soportarlo más y, con un grito, intentó retroceder en el asiento.

Laylah la sujetó con las manos para que no se moviera, obligándola a soportar sus envites, y ella hundió los dedos en su pelo. Sentía que se quemaba, que se derretía bajo ella. Laylah siguió devorándola, y sus movimientos eran tan despiadados que parecía que su pobre sexo hubiera hecho algo para ofenderla... como si ella necesitara demostrarle quién estaba al mando. Tú, pensó Elizabeth. Se golpeó la cabeza contra la ventanilla, pero no le importó.

¿Cómo iba a sentirse mal cuando estaba nadando en un mar de placer? ¿En qué estaría pensando el día que la aceptó como amante? Cuando la abandonara, jamás volvería a encontrar a nadie como ella y sería infeliz el resto de sus días. Laylah utilizó los dedos para separarle los labios. Luego levantó la cabeza y empezó a lamerle el clítoris con fuerza, apretándolo hasta conseguir que gritara su nombre en un ataque de lujuria. La visión era increíblemente lasciva... y al mismo tiempo excitante. Cuando le tiró del vello púbico, Elizabeth chilló. Y entonces el orgasmo explotó dentro de ella, mientras se agarraba a su cabello como si se estuviera ahogando y ella fuera su único salvavidas.

Laylah siguió devorándola mientras ella temblaba, exigiéndole que le diera su merecido, manteniéndola en el punto más álgido de un orgasmo que parecía no acabar nunca. Cuando por fin se dejó caer, inmóvil, creyendo que le había exprimido hasta la última gota de placer, Laylah volvió a mover la cabeza y la lengua, provocando una segunda ronda de sacudidas. Le arrancó un último temblor y levantó la cabeza, y Elizabeth sintió un estremecimiento entre las piernas al ver que tenía la mitad inferior de la cara brillante, bañada de los líquidos de su cuerpo. Jadeó en busca de aire, mientras ella la observaba con gesto serio.

—Me gustaría poder hacértelo yo también.—susurró Elizabeth, y lo decía con toda su alma. La había deleitado con un regalo muy poderoso y quería devolvérselo.

—¿Lo has hecho alguna vez? ¿Le has dado placer a una mujer con la boca?

Elizabeth negó con la cabeza y Laylah respondió con un gruñido que no dejaba claro si le gustaba o, por lo contrario, reprobaba su falta de experiencia. Quizá quería decir las dos cosas.

—Me lo imaginaba. Aprenderás, tranquila, pero no es algo que deba aprenderse en el asiento de atrás de un coche.— Dijo, antes de incorporarse.

De pronto, cerró los ojos un instante y se cubrió la boca con las manos. Las apartó y miró a Elizabeth, fijando de nuevo la mirada entre sus piernas, y luego volvió a cerrar los ojos.

—Vístete.—le dijo muy seria, mientras abría la puerta del coche. —Te voy a llevar de vuelta al hotel y allí podrás cumplir tu deseo.

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Hola lectores espero que estén bien, me gustaría saber su opinión sobre esta historia y si les gustaría que subiese mas capítulos y que me apoyaran votando por esta historia...
Espero tengan un buen día, noche, tarde, según el horario en que lo hayan leído.
Gracias!

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Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now