Luis XIV

3.1K 158 2
                                    

ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 32
¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥¥

La llevó hasta una chaise longe tapizada en terciopelo que estaba colocada frente a la Afrodita, a escasos pasos de ella; un asiento digno de un rey, si Laylah no recordaba mal. En lugar de dejarla sobre el terciopelo, la obligó a apoyar los pies en el suelo. Le quitó el vestido y lo dejó sobre el respaldo de una butaca cercana, y a continuación tomó una tela que estaba cerca de la chaise longe  y con cuidado la extendió sobre el cojín de la chaise longe, mientras Elizabeth la observaba toda intrigada.

—El mismísimo Luis XIV se tumbó una vez sobre esta pieza. Mi abuela me mataría si... la manchara.

Sonrió, y sonrió aún más al oír la exquisita risa de Elizabeth. Le sujetó el mentón con la mano y tiró de ella para propinarle un beso voraz y tragarse su alegría con un hambre animal. Ella le lamió los labios tímidamente, intrigada por descubrir cómo sabía su propio cuerpo, Laylah soltó un pequeño gemido.

—Eso es. ¿Por qué no probar algo tan dulce? —le dijo, y se apartó de ella, sin quitarle la mirada de encima a Elizabeth, rápidamente retiro sus tacones, seguido a esto lentamente laylah bajo su vestido de una forma sensual,  los ojos de Elizabeth se abrieron bien al verla deslizando el vestido por sus caderas, luego suavemente  deslizó por sus muslos sus bragas sin desabrochar su bra, Elizabeth entre abrió los labios.

—¿Por que esperar más, no? — Laylah sonrio de una forma picara a Elizabeth y se acerco lentamente  a ella.

—Quiero que recuerdes este momento, porque  será el inicio  de todo. — Le dijo a Elizabeth sin que esta respondiera,  Laylah se inclino hacia el rostro de Elizabeth y la lleno de un Beso caliente y con necesidad, sus lenguas comenzaron a jugar una con la otra intensificando de poco en poco la voracidad del deseo entre ambas.

Laylah acariciaba el hombro de Elizabeth lentamente  bajando a uno de sus pechos y apretandolo con leve fuerza que iba aumentando poniéndole los pezones duros de poco en poco a Elizabeth,  Laylah aparto los labios de los de Elizabeth y fue llenándola de besos suaves y de deseo hasta llegar a sus pechos donde comenzó a succionar lentamente esos botones que se  mostraban  duros seguido a esto Laylha acariciaba el vientre de Elizabeth bajando lentamente  y tentativamente hacia el sexo de Elizabeth. Sólo una pequeña exalación en la piel de Elizabeth  y dirigió su mirada a la de ella apartando la boca de sus pechos.

—Sujétate al respaldo. —le ordenó. Elizabeth parecía confusa, pero aun así siguió sus instrucciones.

Tanta sumisión hizo que la sangre le latiera con fuerza. Cuando Elizabeth levantó los brazos por encima de la cabeza y se agarró al extremo superior del respaldo, Laylah no pudo reprimir un gemido de satisfacción.

—Me encantaría atarte, pero como aquí no puedo, tendrás que mantener los brazos en alto tú sola. ¿Lo entiendes? —le preguntó, muy tensa.

—Preferiría tocarte. —respondió ella, y el movimiento de sus labios rosados no hizo más que cautivarla.

—A mí también me gustaría. —le aseguró, apretándose uno de los pechos  con la mano.

—Y precisamente por eso mantendrás los brazos por encima de la cabeza te cueste lo que te cueste.

Laylah se monto sobre Elizabeth en el chaise longue acomodándose para encajar con el cuerpo de Elizabeth que se cernía debajo del de ella.
Elizabeth Se moría de ganas de tocarla.  pero de momento tendría que conformarse con observar extasiada cómo lo hacía ella solita. Los músculos de la vagina de Elizabeth se tensaron ansiosos y excitados.Laylah se  veía tan majestuosa  tan potente, tan llena de deseo...

—Venus. —dijo ella,  con la voz un poco ronca y una tímida sonrisa en la boca.

Elizabeth esperó, conteniendo el aliento en los pulmones, deseando que le acariciarla de nuevo la suave piel de los pechos y las perlas rosadas que eran sus pezones, pero Laylah no se movió. En lugar de eso,  comenzó a acariciar sus piernas llegando hasta sus muslos causándole escalofríos a Elizabeth. Vio los ojos de Laylah que se oscurecian, Elizabeth trago sáliva y luego sintió las manos de ella en su sexo,  una acariciaba el clítoris mientras que la otra hacia círculos en la entrada de su vagina.

Elizabeth se mordió el labio para ahogar un grito e Laylah se tento  a meter un dedo,  pero continuo con el masaje circular y soltó un gruñido — de excitación o de angustia, Elizabeth no estaba segura—, lentamente empujó la punta de su dedo  hasta que estuvo dentro.

—Dios, me estás poniendo a prueba.—murmuró.

Elizabeth vio lo rígidas que estaban sus facciones, el brillo de su dentadura inmaculada al escapársele una mueca de dolor. Deseaba poder aliviar la y darle placer cuanto antes, más que cualquier otra cosa. Así pues, levantó la cadera del asiento, y al sentir una punzada de dolor, soltó un grito que le impidió oír el gruñido amenazante de Laylah justo antes de que le propinara un azote en un lado de la cadera a modo de advertencia.

—No te muevas, Elizabeth. ¿Qué intentas hacer, matarnos a las dos?

—No, solo...

—No importa —la interrumpió, y  Elizabeth advirtió que su respiración era errática y descontrolada.

—¿Mejor ahora? —le preguntó entre jadeos un segundo más tarde.

Elizabeth comprendió que se refería a la punzada de dolor que acababa de sentir. ¿Cómo podía saber Laylah que había sido tan intensa? De repente, se dio cuenta de que tenía dos dedos dentro y de que los músculos de su vagina se contraían alrededor de estos.  Era un poco incómodo, pero el dolor había desaparecido. Los dedos de Laylah  dentro de ella. Fundiéndose en su cuerpo.

— No me duele.—le susurró, y su voz traslucía el asombro más absoluto. Laylah tragó saliva.

—Oh. —gimió Elizabeth. cuando ella mpezó a acariciarle el clítoris con el pulgar. Era como si supiera la cantidad exacta de presión que tenía que ejercer para que se retorciera de placer. Los dedos presionándole el clítoris desde dentro en toda su plenitud no hacía más que añadir otra dimensión de excitación al proceso.

—Deja de moverte. —le ordenó.

Su voz era una mezcla de exasperación,orgullo y excitación a punto de estallar. La forma en que la tocaba le provocaba un ardor insoportable. Empujó otro dedo y a Elizabeth se le escapó un gemido de placer al sentir que se deslizaba  dentro de ella. De pronto, una descarga de dolor se abrió paso a través de la densa y espesa sensación de placer.

—Laylah.—exclamó.

Ella volvió a penetrarla lentamente con los dedos,  apretándole el clítoris con más fuerza, y empujando de nuevo una, dos veces. Elizabeth gimió extasiada y empezó a temblar mientras el orgasmo crecía descontrolado en su interior. Sintió que la vagina se comprimía alrededor de los dedos de Laylah y esta vez, incluso a través de las olas de placer que rompían contra su cuerpo, supo que el gruñido de su amante era de excitación.

Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Where stories live. Discover now