Acompañante

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Quizá a Luis le importe poco la resaca que trae Lucía a sus espaldas desde anoche y por eso desde que su despertador suena para irse al hospital decide hacerle café a ella también y despertarla con besos que no le cuesta regalarle.
Lucía por su parte niega repetidas veces pidiendo clemencia y cinco minutos más. Y aunque no lo pedía, un ibuprofeno tampoco le venia mal.

La noche anterior Luis y ella habían sido invitados al cumpleaños de uno de sus mejores amigos pero Luis es prudente con su trabajo y sabía que fallar a ese evento solo iba a traer el descontrol de su novia.

-Va, despierta. Has quedado con Sofia.

La chica sigue haciendo caso omiso a las palabras de su chico y por un momento no quiere saber ni siquiera de Sofia.
Si él le contara a su mejor amiga que se la había nombrado y ella solo quería dormir la hubiese matado. Entre otras cosas porque Sofia no soporta la impuntualidad.

- ¿Tienes mucho trabajo hoy?

- El suficiente como para no poder comer en casa.

- ¿Otra vez?

- Otra vez, me voy. Tómate algo para el dolor de cabeza.

- Hasta después.

- Hasta después, borrachita mía.

- Ey, no me llames así, doctor Cepeda.

Un cojín volador por parte de ella y una sonrisa picara por parte de él sirven de precendente para el beso de despedida antes de que Luis abandone el piso compartido y se dirija al garaje para poner su coche en marcha y emprender el viaje hacia su trabajo.
Trabajo que hoy afronta con más energía de lo habitual y que sin saber porqué le había dado un chute de energía para levantarse esa mañana después de haber pasado gran parte de la noche en vela por el nivel de alcohol en sangre que traía Lucía.

No tarda más de diez minutos en llegar al hospital donde le espera su querido despacho.
Mira la decoración de la puerta como todos los días.
Su consulta de pediatría la preside un gran mural lleno de nombres.
Nombres de niños y niñas que han nacido ese año y que se van cambiando a medida que unos crecen y nacen otros.

Pasa por administración dejando un beso en la mejilla de su compañera Sandra que una vez más se ha acordado de él y en vez de un café ha comprado dos, lo que hace coronarse a ese vaso como la segunda inyección de cafeína en el día.

Pasa por la sala de espera donde ya hay varios niños con sus respectivos padres.
Da los buenos días y abre la puerta intentando asimilar el gran trabajo que le espera con la epidemia de gripe que está habiendo últimamente por allí.

Su día va pasando lentamente entre niños llorando y madres desesperadas por la poca paciencia y empatia que evidentemente los niños no tienen.

Al final del túnel Luis ve una luz.
El último nombre de su lista.

Emma Garcia Romero.

Su garganta entona esas tres palabras y como si de un resorte se tratara la ultima niña de la sala y su acompañante se cogen la mano y entran al despacho dando las buenas tardes.

-Pues decidme que le pasa a esta niña tan guapa.

Luis habla sin levantar la vista del ordenador a la vez que termina de añadir los últimos datos del paciente anterior.

-Mejor te explica ella. Cuando los adultos hablan, los niños nos callamos.

Los niños aprenden rápido lo que les interesa y Emma era el claro ejemplo.

-Pues que hable la mamá entonces.

-No soy su mamá, soy su tía.

Entonces es cuando Luis levanta la vista y fija sus ojos en los de esa chica con flequillo, mirada profunda y sonrisa permanente.

-Perdón, ni siquiera me había parado a miraros.

-No pasa nada. Emma tiene que hacerse unas pruebas de la alergia.

-Muy bien, le envio la cita a la administrativa y la recogeis allí. Eso sí, cuando tengáis las pruebas tenéis que venir a visitarme de nuevo.

Luis le arruga la nariz a la niña y se la gana.
Era el pediatra favorito de todos por algo.

-Claro, muchas gracias...

Ella busca su chapa y lee el nombre que se ve en ella.

- ¿Doctor Cepeda? -su cara quiere mostrar la que él mismo le puso hace un momento a Emma pero a ella le faltaba más práctica.-

- Así es. Buen día...¿tu nombre?

- Acompañante de tu paciente.

- Pues hasta luego, acompañante de mi paciente. Hasta pronto Emma.

Una mirada cómplice por parte de la niña a los dos sirve como excusa para que los adultos se miren y sonrían por lo absurdo de la conversación y la respuesta tan atrevida que la chica le acaba de dar.

Emma sale sonriendo, teniendo claro que volverá a pedir que su tía la acompañe de nuevo al médico.

Vuela altoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt