Mosca

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A pesar de que se han levantado diez minutos tarde se pueden permitir el lujo de compartir un rato más de cama, pues hoy Luis no tiene que ir al hospital y Aitana tampoco tiene que acudir a esos despachos de editorial que tanto le gustan. Además, los niños entran más tarde a la guardería porque hoy hay festival, cosa que ha hecho que sus padres pidan el día libre.

El primer festival de tus hijos con un vestuario “hecho por ellos” es algo que nadie se debe perder. Los abuelos, las tías y Laia tampoco se iban a quedar atrás y por supuesto que Emma sería la primera en ocupar una silla en primera fila. Para no ser todavía del todo conscientes de lo que significa el mundo del arte, ya tienen bastante público al que complacer.

La profesora les ha dicho que los deben vestir de negro, cosa que a Aitana le alivia porque hoy le tocaba vestirlos a Luis y tampoco es plan de que salgan totalmente desconjuntados en la fotografía de su primer festival. Lo que sí le permite después de los pucheros que le pone su novio es que adorne el pelo de Nahia con un pequeño lazo que por fin, después de esperar con ansias esos mechones, le pueden poner.

Después de desayunar y prepararse salen apresurados hacia la clase de los niños. Deben dejarlos allí y volver a las diez para ver el esperado espectáculo. En la puerta se palpa la tensión entre los padres y entonces se empiezan a plantear si es buena idea que los niños sientan esa indirecta presión.

Han aprovechado para tomar café con Rebeca antes de que empiece el turno. Aitana y ella hablan de todo lo que se les pasa por la cabeza y Luis las observa sabiéndose afortunado.

Rebeca se había convertido en poco tiempo en la amiga perfecta para él. Sus cafés por la mañana, sus mensajes interesándose por su estado de ánimo, sus abrazos al terminar turnos y sus interminables charlas filosóficas hacían del día a día algo que de verdad merecía la pena.

Respecto a Aitana poco había que decir. Su sustento. Un motor que le hace arrancar cuando ni siquiera él sabe a dónde tiene que ir, su sonrisa permanente, su luz.

Rebeca se va al trabajo alegando que no está bien llegar tarde siendo tu propia supervisora, razón no le falta, y deja a Luis y a Aitana solos, terminando esa taza de café que se antoja eterna.

- ¿No crees que nuestra vida está yendo a toda velocidad? -en realidad no habla de sus vidas en sí, sino de la de sus hijos-.
- Se hacen mayores de un momento a otro, pero los estamos disfrutando mucho. -Luis ha captado enseguida el sentido de la pregunta y ha disipado esas dudas de Aitana sobre el tiempo dedicado a los pequeños-.
- ¿Lo estamos haciendo bien? -nunca hace esa pregunta, o por lo menos no en voz alta, pero hoy, que tiene los nervios a flor de piel, no le cuesta hacerla-.
- Lo mejor que podemos. Y eso nunca puede estar mal. -él siempre tendría las palabras perfectas aún sin pretenderlo-.

No le da más vueltas al asunto y solo asiente sonriéndole a su novio.

Mira por la ventana asimilando que tiene delante a Luis, al hombre del que se enamoró hace mucho y por el que todavía no ha perdido ni una pizca de ilusión. También recuerda que a dos calles de esa cristalera están dos sueños hechos realidad. Y entonces vuelve a hacerse la pregunta: “¿Lo estamos haciendo bien?”

La respuesta es sí. Porque cuando los recuerda solo los ve sonriendo después de las cosquillas al cambiarles el pañal o antes de la hora del biberón. Son felices y eso significa que no pueden estar haciéndolo mejor.

Sin previo aviso y con esa cursilería que le está proporcionando el festival se lanza a los labios de Luis levantándose de su silla y yendo a la de él. Su novio omite el susto y se deja llevar, disfrutando sus momentos de locura.

-¿Qué mosca te ha picado a ti ahora? -la sienta en sus rodillas permitiéndose mirarla a los ojos achinados que se le quedan después de sonreír-.
-La de la suerte, Luisito.

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Buenas tardeees!

Vengo con azuquitar que ya para lo que nos queda, las hago felices.

El siguiente capítulo ya está escrito. Lo subo el sábado.

Cuidense mucho. Y sonrían mucho también.
Un bezaso ❤

Pd: 4.

Vuela altoWhere stories live. Discover now